jueves, 24 de julio de 2008

Indice

Prólogo

1: La Premisa Básica

2: El Rey de Tiro

3: La Caída

4: Los Angeles Arrastrados por Satanás

5: Satanás Provoca la Caída del Hombre

6: Un Demonio Para Cada Quien

7: Jesús: El Hijo Unigénito de Dios

8: Un Poder Limitado

9: ¿Quién Gobierna al Mundo?

10: El Soplo de Satanás

11: Los Seguidores de Satanás

12: Las Manifestaciones Actuales de Satanás

13: La Esencia de Satanás

14: ¿Una Barrera Infranqueable?

15: Los Adversarios de Satanás

16: Una Enseñanza de Jalil Gibrán

17: Una versión sobre la caída de Satanás

18: ¡Satanás no existe! ¡Y lo susurra Satanás!

Prólogo

Introducción

Pese a los esfuerzos y los mejores deseos de mucha gente bien intencionada, el mundo ha padecido lo indecible a lo largo de la historia, lo cual ha hecho que personas serias tales como el editorialista David Lawrence se planteen este asunto de la siguiente manera:
“Paz en la tierra”: Casi todo el mundo la desea. “Buena voluntad para con los hombres”: Casi todos los pueblos del mundo la tienen unos para con otros. Entonces, ¿qué ocurre? ¿Por qué hay amenazas de guerra a pesar de los deseos innatos de los pueblos?
Esto suena paradójico, porque aunque el deseo natural de la gente es vivir en paz y en armonía con los demás, con mucha frecuencia se matan y se odian los unos a otros con verdadero salvajismo mostrando una crueldad que no muestran todos los demás seres del reino animal. Las atrocidades que diariamente se cometen a sangre fría están a la vista de todos nosotros con sólo leer los titulares de la prensa y la nota roja del periódico. El hombre se ha valido de hachas, espadas, lanzas, flechas, cámaras de gases, campos de concentración, bombas incendiarias, bombas de racimo, lanzallamas, y otros métodos igualmente horrendos para torturar y matar sin misericordia alguna a su semejante, incurriendo inclusive una y otra vez en genocidios insensatos, en el exterminio de pueblos enteros.

¿Realmente está en la naturaleza del hombre, de los seres humanos que anhelan la paz y la felicidad, el cometer maldades tan espantosas unos contra otros? ¿Qué fuerzas tan terribles pueden llevar al hombre a perpetrar barbaridades de este tamaño o a situaciones que parecen obligarlo a cometer atrocidades?

La respuesta científica es atribuír al hombre pensante, al Homo Sapiens, impulsos irracionales sobre los cuales puede perder fácilmente el control, impulsos que supuestamente le fueron necesarios para poder luchar, competir y sobrevivir en otras épocas en las que tales atributos podían ser de utilidad para no perecer, impulsos que ya no le son necesarios al hombre pero sobre los cuales no ha podido evolucionar y dejarlos atrás ahora que ya no los necesita para dominar a los elementos de la Naturaleza en la forma como lo ha logrado. Se postula como principal culpable a nuestro sistema límbico cerebral, el complejo reptiliano dentro de nosotros, como la cuna de tales instintos irracionales. Se postulan también diversas hipótesis tales como una excitación negativa o de peligro que puede inducir en nosotros un aumento de la adrenalina bajo situaciones de peligro. Se postulan también como factor probable los desequilibrios hormonales, e inclusive el entorno educativo social, todo lo cual puede llevar al hombre a cometer actos terribles. Estas son las respuestas que nos dá la Ciencia, la cual sin embargo no nos dá soluciones para dominar a estas fuerzas que parecen estarnos llevando hacia nuestra propia destrucción. Los medios de control químico sobre nuestros cerebros no parecen ser la solución. Nuestra Ciencia, todos nuestros conocimientos científicos, lo único que han logrado demostrar a fin de cuentas es su enorme impotencia para ayudarnos a meter al redil o inclusive desvanecer para siempre aquello que nos convierte en algo peor que los peores animales de la Naturaleza. La respuesta científica, la respuesta materialista, ha fallado y sigue fallando en sacarnos del atolladero.

En su novela clásica El extraño caso del Doctor Jekyll y Mister Hyde, Robert Louis Stevenson nos habla sobre un tema que a todos nosotros nos es familiar, nuestro yo bueno y nuestro yo malo. El Doctor Jekyll encuentra la forma de liberar por medios químicos a su yo malo por períodos cada vez más prolongados de tiempo hasta que llega el momento en el cual su yo malo, Mister Hyde, toma el control total de su personalidad totalmente, muriendo definitivamente el yo bueno del Doctor Jekyll, quedando de él tan sólo un monstruo despiadado desprovisto de todo sentimiento noble.

Todo lo anterior nos obliga a voltear nuestros ojos hacia otra posibilidad, hacia otra explicación del por qué la batalla en contra de nuestro yo malo parece ser una batalla perdida. Esto nos lleva a reflexionar otra pregunta profunda: ¿Y si existe alguna malvada y poderosa entidad invisible a nosotros que nos impulsa a cometer acciones violentas, una entidad que nos lleva a cometer el mal en contra de nuestros semejantes? La respuesta que podamos encontrar a esta pregunta es crucial, porque de existir tal entidad entonces no habrá cárceles ni sistemas educativos públicos ni medios químicos que nos ayudarán a liberarnos de ella, la lucha se deberá llevar a cabo por otros medios usando otro tipo de conocimiento que la Ciencia por sí sola es incapaz de darnos.

Quienes han leído las Sagradas Escrituras, la Biblia, están familiarizados ya con una respuesta directa a la anterior pregunta. Tal ente maligno existe aunque no lo podamos ver ni tocar, del mismo modo que las ondas de radio y televisión existen aunque no las podamos ver cuando están viajando en el aire ni tocar con nuestras manos. No todo lo que existe está al alcance directo de nuestros cinco sentidos, pero no por ello deja de ser totalmente real y capaz de influír sobre nuestras vidas. Es así como entramos, pues, al estudio de la respuesta que nos dá la Religión desde la perspectiva judeo-cristiana.


El Príncipe de las Tinieblas


Pocos temas despiertan tanta curiosidad, tanto interés, o inclusive tanto temor, como el que tiene que ver con el mismo Espíritu del Mal, con el Principe de las Tinieblas, mejor conocido como Satanás. En ocasiones parecería que en las prédicas y los sermones de la Iglesia Católica y los púlpitos de otras sectas cristianas se le dá mucha más importancia que la que parece concederle la misma Biblia. La ausencia de Satanás es obvia en la gran mayoría de los libros de los que consta el Antiguo Testamento. No ocupa papel preponderante alguno en el Libro del Éxodo que describe los eventos que tuvieron que ver con el éxodo de los judíos de Egipto en tiempos de Moisés. Tampoco aparece mencionado directamente en muchos otros libros como los que relatan el Diluvio Universal, la lucha entre David y Goliath, y la historia de Sansón y Dalila. Y en los cuatro evangelios del Nuevo Testamento, la única ocasión en la que Satanás manifiesta directamente su presencia es cuando tienta a Jesús casi al final de sus cuarenta días de ayuno y oración. No aparece mencionado cuando Herodes ordena el asesinato de los niños entre los cuales los Hombres Sabios de Oriente (los Reyes Magos) le han dicho a Herodes que se encuentra un anunciado Rey que será el Rey de Reyes. No aparece mencionado en la gran mayoría de los hechos que describen las obras y milagros de Jesús. Considerando la extensión de la Biblia y la escasa presencia de Satanás a lo largo de la misma, parecería que Satanás es simplemente un apéndice, un colofón, un pie de texto agregado de última hora para dar un poco más de detalles sobre lo que ha sucedido en otros tiempos. Tampoco aparece por ningún lado en los eventos en torno al juicio de Jesús después de haber sido aprehendido por soldados romanos, ni cuando Jesús muere en la cruz, ni cuando es llevado para ser enterrado, ni cuando transcurren los tres días después de su muerte. A Satanás únicamente lo vemos directamente en acción en tres ocasiones en toda la Biblia (al principio en el Libro del Génesis motivando la caída de Adán y Eva, al principio del Libro de Job cuando reta a Dios a poner a prueba la santidad de Job, y cuando tienta a Jesús en el desierto). Entonces, ¿de dónde salieron todos los relatos acerca de su rebelión contra Dios, de su caída, de su poder terrenal, de todo lo que se dice y afirma sobre él?

El propósito de este trabajo es explorar en detalle los orígenes y los detalles de lo que hoy conocemos acerca de ese ente comúnmente llamado Satanás, el ángel expulsado del Cielo al caer de la gracia divina por su rebelión y su intento de investirse a sí mismo como la suprema autoridad de ese plano descrito en los textos sagrados como el paraíso celestial.

1: La Premisa Básica



En lo que será estudiado a continuación, la premisa básica es la suposición de que, más allá del universo físico conformado por átomos y moléculas que podemos contemplar y explorar a través de nuestros cinco sentidos (vista, oído, tacto, olfato, gusto), existe otro plano de existencia no conformado por átomos y moléculas (o por lo menos no por los átomos y moléculas a los que estamos acostumbrados), otro universo imposible de percibir a través de los sentidos, un universo espiritual, en cierta forma un universo paralelo al universo físico en que vivimos pero ordinariamente inaccesible para un ser humano vivo.

Ciertamente, la física moderna admite la posibilidad de la existencia de otros universos paralelos al universo en el que vivimos. Esta es una interpretación posible que se le puede dar a las ecuaciones de la mecánica cuántica (específicamente, las ecuaciones básicas de la mecánica ondulatoria descubiertas por Erwin Schroedinger), la ciencia más exitosa en su poder predictivo y en su poder explicativo de los fenómenos que ocurren al nivel atómico y sub-atómico. En su formulación matemática, esta teoría hoy conocida con el rimbombante nombre de decoherencia cuántica tiene su origen en 1957 al ser formulada por vez primera por Hugh Everett como la teoría de los Universos Paralelos.

Desafortunadamente, como no tenemos forma de poder “viajar” a esos universos paralelos no podemos comprobar si realmente existen o no. De cualquier modo, esos universos paralelos son universos en los cuales operan las mismas leyes físicas a las que estamos acostumbrados (la ley de la gravitación universal, las leyes de la termodinámica, las leyes del electromagnetismo, etc.). El universo al que hacen mención las religiones es otro tipo de universo del cual no tenemos ni siquiera la más remota idea sobre cómo funciona o qué tipo de “leyes” lo puedan hacer funcionar. El único punto de coincidencia entre la teoría de los universos múltiples predichos por la mecánica cuántica, todos ellos universos físicos, y el universo espiritual, es la imposibilidad de poder “saltar” a voluntad de un universo físico paralelo a otro, al igual que la imposibilidad de poder “saltar” a voluntad del universo físico en el que vivimos a ese universo espiritual.

Si rechazamos la posibilidad de la existencia de ese universo paralelo, de ese universo enteramente espiritual, entonces todo lo que será discutido adquiere el simple carácter de narrativos correspondientes a lo que algunos escépticos llaman “mitología cristiana”, o “mitología judeo-cristiana”; y en tal caso no será más real que los relatos que provienen de la mitología griega o de la mitología nórdica o de la mitología azteca, lo cual no debe ser impedimento para que procedamos adelante con el estudio que llevaremos a cabo.

Otra premisa que pudiéramos considerar secundaria pero no menos importante es la posibilidad de que ese universo espiritual esté habitado por seres dotados de inteligencia y consciencia como nosotros, porque si se trata de un universo vacío de todo rastro de vida entonces aunque tal universo sea “real” cualquier discusión sobre la existencia del mismo se convierte en una disquisición filosófica inútil, al no haber manera de poder trasladarse a voluntad hacia dicho universo.

Pero si aceptamos la hipótesis de un universo espiritual, que es la postura adoptada por millones de creyentes de diversas religiones, entonces el tema central que será discutido aquí adquiere una “realidad” que proporciona apoyo a la plausibilidad de la existencia de ese ente inteligente hoy conocido como Satanás que viviendo en aquél plano es capaz de ejercer una influencia importante en el curso de los acontecimientos humanos aún sin poseer un cuerpo físico formado por átomos y moléculas. La ausencia de un cuerpo físico puede ser desde luego un impedimento para lo que un ente de dicho plano quiera o pueda llevar a cabo en el plano físico del universo en que vivimos, ya que nuestro universo está regido por leyes naturales que necesariamente actúan como limitantes sobre lo que pueda lograr un ente que vive en otro plano en donde posiblemente las leyes naturales que conocemos no actúan como impedimento de nada.

Como se mencionó, y generalmente hablando, una de las premisas básicas manejadas por las religiones es que no es posible “viajar” a voluntad de nuestro universo físico a dicho universo “espiritual” con la posibilidad de volver como si hubiéramos tomado unas vacaciones. Para poder entrar en dicho universo espiritual es necesario romper primero los nexos con el cuerpo físico en el que habitamos; en otras palabras, es necesario pasar por la etapa de la muerte para poder quedar “liberados” de nuestras ataduras físicas pudiendo ingresar de este modo a dicho plano (nuestro cuerpo físico, funcionando bajo las leyes que rigen al universo físico en que vivimos, sería el principal impedimento para poder ingresar a ese universo espiritual). Esto presupone necesariamente que dentro de nosotros hay “algo” que sobrevive al proceso de la muerte, “algo” que es esencialmente indestructible por medios físicos ordinarios porque ese “algo” no está limitado por las leyes naturales de este universo físico, un “algo” que varias religiones identifican como “el alma”, el espíritu, la quintaesencia de la consciencia pensante del ser humano, el elán vital. Pero como la muerte del ser humano ordinario es un suceso irreversible, una vez que se ha entrado en dicho plano no es posible “volver” a este universo físico a voluntad. Se trata de un viaje sin retorno. El temor que despierta en muchos este viaje sin retorno es debido precisamente a la ignorancia de lo que pueda haber “allá”. Para los materialistas que niegan la existencia de ese otro plano existencial y que sólo creen en lo que puedan ver con sus ojos y detectar a través de sus sentidos físicos, la solución es muy simple: no hay nada más allá, y por lo tanto con la muerte desaparece todo rastro de lo que era la persona en vida, no quedando absolutamente nada de ella. Los espiritualistas, por el contrario, están convencidos de que la muerte no es más que otra etapa de la vida, como el nacimiento, y no hay en ellos la menor duda de que al morir algo sucederá que no puede ser percibido por nuestros medios físicos en este universo.

De cualquier manera, tanto materialistas como espiritualistas deberán pasar por ese proceso que llamamos “muerte”, quieran o no. En esto no hay opción alguna. Con temor o sin temor a este suceso, todos pasaremos por dicha etapa tarde o temprano, algunos un poco antes, otros un poco después. Si no hay “nada” más allá de la muerte, los materialistas ciertamente no quedarán decepcionados, porque no esperan que quede nada de ellos después de que hayan muerto. Pero tampoco los espiritualistas quedarían decepcionados, porque si no hay nada “del otro lado”, como tampoco quedará nada de ellos para percatarse del engaño entonces no habrá manera en la cual puedan quedar decepcionados. Por otro lado, si el plano espiritual existe y es tan real como este plano en el que habitamos, los espiritualistas ciertamente obtendrán una confirmación de todo lo que habían aceptado en sus vidas como un acto de fé. En cambio los materialistas indudablemente quedarán sorprendidos y posiblemente conmocionados e impactados al descubrir que efectivamente había algo “más allá” de nuestros sentidos físicos, operando con reglas diferentes a las reglas naturales a las cuales estaban acostumbrados en vida.

De cualquier modo, creyentes y no-creyentes posiblemente deban estar interesados por igual en lo que es proclamado a través de alguna de las religiones establecidas como la existencia de un punto de origen en otro plano existencial diferente al nuestro de eso que llamamos "el Bien" y eso que llamamos "el Mal". Para los no-creyentes, el material deberá ser por lo menos de interés histórico en el estudio de otras culturas. Y para los creyentes, el material que estudiaremos a continuación deberá de disipar dudas sobre de dónde provino la información de este ente conocido como Satanás.

2: El Rey de Tiro

Angela Dodson: Yo no creo en el diablo.
John Constantine: Pues debería, porque él cree en usted.
(De la película CONSTANTINE, 2005)


Guiados quizá por la curiosidad, guiados quizá por el ánimo de aumentar nuestros conocimientos, o guiados quizá por una mera casualidad del destino hasta estos trabajos, retomando las preguntas que nos habíamos formulado en el Prólogo queremos obtener algunas respuestas concretas a preguntas como las siguientes: ¿de dónde salieron todos los relatos acerca de la rebelión de ese ser llamado Satanás en contra Dios, de la caída de dicho ser, de la forma en que ejerce su poder terrenal, de todo lo que se dice y afirma sobre él?

Algunas de las respuestas a estas preguntas en realidad aparecen en la Biblia, considerada como la palabra de Dios revelada a través los siglos por sus profetas, la cual nos proporciona varios datos acerca del tema de Satanás, aunque es necesario recopilar fragmentos dispersos aquí y allá puestos en la Biblia por diversas fuentes, y hay que saber buscar y encontrar tales datos dentro de la misma.

Uno de los profetas prominentes del Antiguo Testamento es Ezequiel. Lo poco que hoy se sabe de Ezequiel es que era hijo de una familia sacerdotal de Jerusalén y que fue deportado el año 597 A.C. cuando era muy joven. Probablemente nunca ejerció su sacerdocio. Vivió en una aldea llamada Tel-Abib (nombre judío utilizado en tiempos modernos para designar a la que fuera la primera capital del estado de Israel, Tel Aviv), no lejos de Babilonia. Su vocación se manifestó en el año 593 a.C. y sus últimas apariciones son del 571 a.C. Se le describe como un hombre culto que estuvo al corriente de cuanto sucedía en su mundo. Creativo y visual, su fantasía es desbordante. Su lenguaje está repleto de metáforas, símbolos, parábolas y alegorías.

En el libro del profeta Ezequiel aparece una descripción interesante que aunque no menciona a Satanás de nombre, describe a un personaje que simple y sencillamente no puede ser otro que el mismo Satanás (en las citas tomadas de la Biblia se utilizará la Biblia católica publicada online que se puede consultar en la siguiente dirección: http://es.catholic.net/biblia/ ).

A partir del capítulo 28, el narrativo dado por Ezequiel hace mención a un “rey de Tiro”. Por la descripción que se dá de él, no parece tratarse de algún ser humano que haya gobernado en alguna región de la Galilea o de Palestina o de las regiones circundantes como lo que hoy son Siria, Egipto, Irak, o los países árabes circunvecinos.

Esto es lo que aparece en el Libro de Ezequiel acerca del rey de Tiro:

Contra el rey de Tiro

28 1 La palabra del Señor me llegó en estos términos:

2 Hijo de hombre, di al príncipe de Tiro: Así habla el Señor:
Tu corazón se llenó de arrogancia y dijiste: “Yo soy un dios;
estoy sentado en un trono divino, en el corazón de los mares”.

¡Tú, que eres un hombre y no un dios, te has considerado igual a un dios!

3 Sí, eres más sabio que Daniel: ningún secreto te supera.

4 Con tu sabiduría y tu inteligencia, te has hecho una fortuna, acumulaste oro y plata en tus tesoros.

5 Por tu gran habilidad para el comercio fuiste acrecentando tu fortuna,
y tu corazón se llenó de arrogancia a causa de tantas riquezas.

6 Por eso, así habla el Señor:
Porque te has considerado igual a un dios,

7 yo traigo contra ti gente extranjera,las más feroces de las naciones:
ellos desenvainarán la espada contra tu bella sabiduría, y profanarán tu esplendor.

8 Te precipitarán en la Fosa y morirás de muerte violenta en el corazón de los mares.

9 ¿Te atreverás a decir: “Yo soy un dios”, delante de tus verdugos?
Serás un hombre, no un dios, en manos de los que te traspasen.

10 Tendrás la muerte de los incircuncisos, en manos de extranjeros,
porque yo he hablado –oráculo del Señor–.

Lamentación sobre el rey de Tiro

11 La palabra del Señor me llegó en estos términos:

12 Hijo de hombre, entona una lamentación sobre el rey de Tiro. Tú le dirás: Así habla el Señor:

Eras un modelo de perfección, lleno de sabiduria y de acabada hermosura.

13 Estabas en el Edén, el Jardín de Dios,
recubierto de piedras preciosas
de todas las especies: sardo, malaquita y diamante, crisólito, ónix y jaspe,
zafiro, topacio y esmeralda.
Llevabas adornos labrados en oro y encajes preparados para ti el día en que fuiste creado.

14 Yo había hecho de ti un querubín protector, con sus alas desplegadas;
estabas en la montaña santa de Dios y te paseabas entre piedras de fuego.

15 Eras irreprochable en tus caminos desde el día en que fuiste creado, hasta que apareció tu iniquidad:

16 a fuerza de tanto traficar,
tu interior se llenó de violencia y caíste en el pecado.
Por eso yo te expulso como algo profanado lejos de la montaña de Dios;
te hago desaparecer, querubín protector, de entre las piedras de fuego.

17 Tu corazón se llenó de arrogancia a causa de tu hermosura;
corrompiste tu sabiduría a causa de tu esplendor.
Pero yo te arrojé por tierra y te expuse como espectáculo delante de los reyes.

18 Con tus numerosas culpas, con tu comercio venal, profanaste tus santuarios.
Pero yo hago brotar de ti mismo
el fuego que te devora.
Te reduciré a ceniza sobre el suelo delante de todos los que te miran.

19 Todos los pueblos que te conocen están consternados por ti;
te has convertido en un motivo
de espanto y no existirás nunca más.

Esta descripción nos habla de un ser que en un momento dado se consideró a sí mismo como un dios, un ser más sabio que el profeta Daniel y al que ningún secreto lo supera, un ser que era un modelo de perfección, lleno de sabiduria y de acabada hermosura:




un ser que estaba en el Edén, el jardín de Dios, un ser que había sido hecho un querubín protector con sus alas desplegadas y que estaba en la montaña santa de Dios y se paseaba entre piedras de fuego, un ser que era irreprochable en sus caminos desde el día en que había sido creado hasta que apareció en él la iniquidad y cuyo interior se llenó de violencia cayendo en el pecado, un ser cuyo corazón se llenó de arrogancia a causa de su hermosura y que corrompió su sabiduría a causa de su propio esplendor y que terminó expulsado:




como algo profanado lejos de la montaña de Dios, un ser que terminó convertido en un motivo de espanto:




El único ser que se ajusta a esta descripción sólo puede ser aquél que en otros fragmentos de la Biblia se le describe como Satanás. Es el único que encaja en todo lo que hoy se conoce sobre Satanás, y estos pasajes escritos por Ezequiel relatan lo que se sabe sobre el origen y la caída de Satanás. De modo muy específico se señala que este ser estaba en la montaña santa de Dios, lo cual se puede interpretar como el paraíso celestial, y que fue creado lleno de perfección y sabiduría. En las tradiciones orales del pueblo judío, Satanás antes de su caída no era un ángel como cualquier otro, era muy posiblemente un arcángel situado a la misma altura que el arcángel Miguel y posiblemente estaba por encima de éste. De hecho, muchos exégetas (interpretadores de la Biblia y de las tradiciones orales del pueblo judío), aunque no todos, lo identifican como el ángel favorito de Dios. Pero de acuerdo con la tradición, su gran sabiduría y perfección no fueron suficientes para protegerlo de su propia soberbia, y llegó el momento en el que quiso apoderarse del reino celestial considerándose a sí mismo como un dios. Si hemos de dar crédito a esto, en un principio, en otro plano situado más allá de nuestros sentidos físicos, había un ángel que en cierto momento se rebeló para apoderarse de algo que no era suyo, y que al hacerlo lo hizo de su libre y propia voluntad, sin que nadie lo obligara a incurrir en tal acto, sin que nadie lo tentara para llevar a cabo su rebelión. Siendo así, debemos concluír que Satanás desde el momento en el que fue creado tuvo en sus manos cierta capacidad de libre albedrío, cierta capacidad para escoger libremente lo que quería hacer, una capacidad semejante a la que tienen los hombres que habitan en el planeta Tierra.

Esto último nos lleva a un dilema: ¿Que acaso Dios, siendo un ser omnisciente, con el conocimiento supremo de todo lo habido y por haber, no pudo haber previsto el acto de rebelión en el que incurrió este ángel que por los tantos dones que se le dieron debió ciertamente haber sido uno de sus ángeles favoritos? Una posible respuesta a este dilema la tenemos que ver en nosotros mismos, en el padre que desde el momento en que ve a uno de sus hijos recién nacido sabe de antemano los errores y equivocaciones en los que su hijo podrá incurrir, que sabe que en algún momento podrá errar el camino escogiendo el camino del Mal. Esta posibilidad sin embargo no lo detiene en ejercer su deseo de ser padre. Él quiere lo mejor para sus hijos, y si es buen padre tratará de darles la mejor educación posible evitando convertirse en un tirano de tiempo completo para ellos que pueda estar controlando todos y cada uno de sus actos. Les dará libre albedrío. Pero al darles libre albedrío, siempre existe la posibilidad de que en cualquier momento cualquiera de ellos hará mal uso de su libre albedrío, hará mal uso de su libertad, predisponiéndose para tomar el camino equivocado. Y si tal fatalidad llega a ocurrir, ciertamente para el padre esto será una enorme decepción, una enorme desilusión que sólo podría haberse evitado privando al hijo errado de todo vestigio de libre albedrío e inclusive de su capacidad de razonamiento para poder tomar por voluntad propia del camino del Bien y el camino de Mal, o en último caso, rechazando por completo la posibilidad de tener hijos. Ningún ser humano ansioso por tener hijos ejerciendo su capacidad creadora para ello se negará a sí mismo la posibilidad de tener hijos aún bajo estos riesgos que ya conoce de sobra, ya que las satisfacciones que puede derivar de su paternidad pueden hacer justificable el tomar tales riesgos. De cualquier forma, el que un hijo decida en algún momento de su vida tomar el camino del Mal apartándose del Padre no deja ni dejará de ser una enorme decepción que ocasionará una enorme tristeza y un gran dolor en el Padre que ve a su hijo caer y envilecerse a tal grado que no le quedará más remedio que expulsarlo de su casa.

3: La Caída

De acuerdo con las tradiciones orales del pueblo judío, Satanás antes de su caída no era Satanás. Se llamaba Samael, aunque también recibió posteriormente el nombre de Lucero (palabra derivada del Latín que significa “portador de luz”) en alusión a su radiante belleza, a su resplandeciente hermosura. Es importante tener en cuenta en todo momento que posiblemente ninguno de estos nombres sea el nombre “verdadero” del ser al que nos estamos refiriendo, todas estas palabras son nombres con las cuales el hombre a través de las épocas intenta darle alguna identificación a algo que le es desconocido. Su nombre “verdadero”, si lo tiene en otro plano existencial diferente al nuestro, permanece y probablemente siga permaneciendo como un profundo misterio, como una incógnita más de las muchas que tenemos sobre aquél universo que escapa la detección de nuestros sentidos.

La palabra Samael no aparece en la Biblia. Esta palabra predata el nacimiento del Cristianismo y forma parte de la tradición propia de la cultura judía. En la Wikipedia podemos encontrar mayores detalles acerca de Samael, como también lo podemos encontrar bajo Adramelec.

La palabra Samael es una palabra mixta que proviene del hebreo, formada por la combinación de la palabra sam que significa “veneno” y el, abreviatura de Eloi que significa “El Señor, Dios”. En la actualidad, los exégetas interpretan a Samael como el verdadero nombre de Satán o Satanás.

La palabra Satán significa en arameo (uno de los idiomas hablados por Jesús de Nazaret) “adversario, enemigo, acusador”.

En el capítulo 14 del Libro del profeta Isaías encontramos lo siguiente, en alusión directa a Lucero:

12 ¡Cómo has caído del cielo,
Lucero, hijo de la aurora!
¡Cómo has sido precipitado por tierra,
tú que subyugabas a las naciones,

13 tú que decías en tu corazón:
“Subiré a los cielos;
por encima de las estrellas de Dios
erigiré mi trono,
me sentaré en la montaña de la asamblea divina,
en los extremos del norte;

14 escalaré las cimas de las nubes,
seré semejante al Altísimo!”.

Estos versículos que aparecen en el Antiguo Testamento nos describen las razones de la caída de un rey arrogante, al que se le menciona únicamente con el nombre Lucero. Los exégetas católicos de la Biblia no tienen problema alguno en identificar a este ser llamado Lucero o Lucifer como el mismo al que hoy llamamos Satanás, el mismo que antes de su caída intentó ser semejante al Altísimo.

De haber sido el ángel favorito de Dios a terminar siendo expulsado para siempre del paraíso celestial ésta debe haber sido quizá la caída más dura y más espectacular que podamos concebir desde cualquier ángulo que se le mire, porque nunca antes ningún ser en mitología o religión alguna estuvo tan alto y terminó cayendo tan bajo. Esta caída es algo que escapa a nuestros sentidos y a nuestra comprensión, porque se trata de una caída que los profetas bíblicos nos dicen que tuvo lugar en un universo diferente a nuestro universo físico. Escapa por completo de nuestra comprensión la forma en la cual "el más allá" pueda estar subdividido en "regiones" de modo tal que el ser llamado Satanás pueda ser expulsado de una región privilegiada conocida como "la casa de Dios" o el paraíso celestial hacia otra región diferente en donde terminó por establecer su propio reinado con los ángeles que le siguieron, ángeles que terminaron convirtiéndose en demonios. Posiblemente en todo este tiempo los profetas de la Biblia han estado batallando para describir con palabras algo que simple y sencillamente no puede ser descrito con palabras, del mismo modo en que es imposible tratar de explicarle a un ciego de nacimiento la diferencia entre el color rojo y el color azul; y sólo es posible obtener una idea remota que ni siquiera podemos llamar vaga sobre los sucesos que acontecieron cuando ocurrió la caída de Satanás. Esta caída, más que una caída clásica desde "arriba" hacia "abajo" siguiendo la ley de la gravedad que opera en nuestro universo físico, es aceptada por los estudiosos de la Biblia como una caída de la gracia de Dios. Al entrar en rebelión abierta y directa en contra de su Creador, el ser rebelde no dejó más alternativa al Padre y a los demás ángeles leales al Padre que removerlo de la presencia del Altísimo y echarlo fuera:






Pictóricamente, en grabados famosos tales como los grabados en blanco y negro de Gustave Doré que se han estado utilizando aquí, Satanás es representado antes de su caída como un ángel bellísimo, resplandeciente con tanta hermosura que a duras penas se le puede representar en toda su belleza natural; y es representado después de su caída como un ser deforme y monstruoso cuya sola imagen causa espanto y horror en quienes se atrevan a mirarlo directamente. Pero estas son representaciones humanas de algo que está ocurriendo en otro plano existencial, en otro universo completamente diferente al nuestro, y como tales no son mejores que el empleo de las palabras usadas para describir algo que no puede ser descrito con simples palabras. Más que una representación adaptada a nuestro universo físico, lo que se está tratando de representar es una caída espiritual, un colapso total en el cual un ser que ha caído ha perdido por completo todo rastro de respeto hacia la autoridad suprema y ha decidido en incurrir en desobediencia abierta sin medir las consecuencias. Esta caída representa una conversión total del Bien hacia el Mal o, peor aún, del Bien total hacia el Mal total. Se trata de un ser que habiendo estado en la presencia del mismo Dios terminó abrazando todo lo que se considera como lo más vil, lo más abyecto, lo más cruel, lo más repugnante, lo más horrible, lo más obscuro entre lo más obscuro de las bajas pasiones, haciendo suyo el odio, la traición, la envidia, el homicidio, la mentira, en fin, todo lo que contraviene todos los mandamientos del Decálogo, deleitándose sobremanera en provocar a otros dolor y locura en grado extremo sin respetar a nadie. Pero lo más duro para Satanás es que esta caída es una caída sin posibilidad de arrepentimiento ni posibilidad de retorno hacia el Padre, porque ello no está en la naturaleza de los ángeles al igual que no está en la naturaleza de las ballenas el poder volar por los aires ni está en la naturaleza de las panteras el poder cambiar de color a voluntad. Una vez que se ha caído, se ha caído sin remedio. Esta facultad para poder cambiar de opinión no existe en ninguno de los ángeles al momento de haber sido creados, ni siquiera en Satanás, pero sí existe en otra creación posterior a la creación de los ángeles: el hombre. El hombre y únicamente el hombre tiene el don para poder corregir su rumbo en cualquier momento de su vida regresando al Padre, al igual que es el único ser bajo la Creación capaz de poder ir evolucionando intelectualmente. Esta capacidad innata del hombre para poder ir mejorando a diferencia del impedimento natural que tienen los ángeles para corregir el rumbo ciertamente debe ser la mayor causa de envidia y de rencor de Satanás en contra del hombre y de su Creador. ¿Por qué razón se le dió al hombre algo que a él no se le dió? En esto, pese a toda su inteligencia y sabiduría que nunca ha perdido ni siquiera tras su caída, Satanás está tratando de olvidar en todo momento algo importante: los numerosos dones con los que fue colmado al momento de haber sido creado fueron dones que Satanás recibió gratuitamente. No hizo absolutamente nada para merecerlos. No se los ganó. No le costó ningún trabajo tener tales dones. Lo cual hace su ingratitud en contra de su Creador aún mayor, al no agradecerle como es debido a su Creador el haberle investido de tanta sabiduría y tanta inteligencia sin haberle pedido nada a cambio excepto el amor y la adoración que justamente esperaba como su Padre y su Creador. Esto hace de Satanás no sólo un ángel rebelde, sino también un ser ingrato, el más ingrato de cuantos haya habido bajo la Creación.

Frecuentemente hay quienes se preguntan por qué, si Satanás es el origen y la causa de todos los males, Dios simplemente no lo mata. Desde una perspectiva humana, esto suena fácil. Pero desde una perspectiva “del otro lado”, posiblemente esto no sea algo tan fácil, considerando que la esencia de un ser enteramente espiritual inmortal por naturaleza no se presta para su destrucción. Pero encima de todas estas consideraciones, hay otra consideración mucho más importante: Dios no mata. Esta es una premisa esencial del Cristianismo y de otras religiones. Esperar que Dios mate a Satanás, quien fuera su ángel favorito, es equiparable a esperar que una madre mate a su hijo predilecto por haberse portado mal. Ninguna madre, excepto una que esté trastornada de sus facultades mentales, matará a ninguno de sus hijos, y antes bien preferirá padecer todas las angustias que le provoquen los crímenes de su hijo. En todo caso, buscará la manera de confinar al hijo desobediente para que ya no pueda seguir causando daño a los demás. En el caso de Satanás, presuntamente esto es lo que está en marcha en estos momentos, la construcción del lugar adonde será confinado para que ya no haga daño a nadie nunca más excepto a él mismo y a sus propios seguidores. Es precisamente de lo que habla el último libro de la Biblia, el Libro del Apocalipsis de San Juan.

4: Los Ángeles Arrastrados por Satanás

Se menciona repetidamente que, según las Escrituras, a Satanás se le unieron en su rebelión la tercera parte de los ángeles del Cielo, los cuales fueron expulsados junto con él:




y terminaron convirtiéndose en demonios. ¿Y de dónde salió este dato?

La referencia alusiva a este dato la podemos encontrar en el capítulo doce del Libro del Apocalipsis de San Juan:

3 Y apareció otra señal en el cielo: un gran Dragón rojo, con siete cabezas y diez cuernos, y sobre sus cabezas siete diademas.

4 Su cola arrastra la tercera parte de las estrellas del cielo y las precipitó sobre la tierra. El Dragón se detuvo delante de la Mujer que iba a dar a luz, para devorar a su Hijo en cuanto lo diera a luz.

5 La mujer dio a luz un Hijo varón, el que ha de regir a todas las naciones con cetro de hierro; y su hijo fue arrebatado hasta Dios y hasta su trono.

6 Y la mujer huyó al desierto, donde tiene un lugar preparado por Dios para ser allí alimentada 1.260 días.

7 Entonces se entabló una batalla en el cielo: Miguel y sus Ángeles combatieron con el Dragón. También el Dragón y sus Ángeles combatieron,

8 pero no prevalecieron y no hubo ya en el cielo lugar para ellos.

9 Y fue arrojado el gran Dragón, la Serpiente antigua, el llamado Diablo y Satanás, el seductor del mundo entero; fue arrojado a la tierra y sus Ángeles fueron arrojados con él.

Es de sobre sabido por quienes se han tomado el tiempo para leer el último libro de la Biblia, el libro del Apocalipsis (palabra que proviene del griego apokaliptein que significa revelación, cuyo sentido principal es descorrer el velo del misterio) está cargado de simbolismos. Es un libro simbólico, misterioso, a pesar de que su nombre signifique revelación, cargado de muchos velos y misterios, dejándonos con mucho más preguntas que respuestas. Sin embargo, y al menos en esto, el libro del Apocalipsis es directo y sumamente claro: al referirse al gran Dragón rojo que en el versículo nueve San Juan identifica como Satanás, detalla claramente que la cola del dragón arrastra la tercera parte de las estrellas del cielo precipitándolas sobre la tierra. Esto es una metáfora, porque estas estrellas del cielo son los ángeles que se le unieron a él en su rebelión. El texto dice claramente que el Arcángel Miguel y sus ángeles combatieron con el dragón tras lo cual fue arrojado "a la tierra" junto con sus ángeles:




los cuales en su caída terminan convirtiéndose a sí mismos en demonios, al igual que aquél que nunca antes en su vida ha matado a otro ser humano y el cual, después de cometer su primer asesinato, considera el asesinato como algo natural, habiendo perdido para siempre el horror que tal acto antes le pudiera haber causado, convirtiéndose todos los asesinatos sucesivos que cometa en algo que ya no le produce remordimiento alguno. Es muy fácil caer, pero mucho más difícil resulta redimirse, sobre todo tratándose de un ángel que ha pasado a ser un demonio.

Como no se dan números específicos, no es posible discernir del texto si la tercera parte de los ángeles del Cielo que Satanás arrastró consigo en su caída era un número muy grande aunque finito de ángeles, o si estamos hablando de una cantidad infinitamente grande de ángeles superada tan sólo por otra cantidad dos veces infinitamente mayor. De cualquier modo, si la alegoría referente a la tercera parte de las estrellas del Cielo es correcta, debe haber sido una cantidad extraordinariamente grande de ángeles, porque el cielo en nuestro universo físico contiene una cantidad enorme de estrellas visibles, y esta batalla llevada a cabo en el universo espiritual debe haber sido una batalla dura y terrible en la cual, aunque no haya habido muertos en el sentido clásico de la palabra (considerándose al ente espiritual como un ente inmortal precisamente por ser de naturaleza espiritual), ciertamente hubo una cantidad enorme de fatalidades si consideramos el proceso de conversión de un ángel a demonio como lo más cercano que pueda haber a la definición de una "muerte espiritual".

Una cosa que no queda clara y en la cual ni las tradiciones orales judías ni la Biblia son suficientemente claras es qué exactamente les pudo haber ofrecido Satanás a los demás ángeles que no tuvieran ya para convencer a muchos de unírsele a él. Puesto que quería instalarse a sí mismo como cabeza de un paraíso celestial que ni siquiera había creado, pidiéndoles que dejaran de adorar a Dios para adorarlo a él, esto era ya pedir demasiado. Para lograr convencer a la tercera parte de los ángeles del Cielo de pasarse de su lado, sus argumentos han de haber sido muy convincentes. No siendo Dios ni siendo el creador del paraíso celestial, sus argumentos han de haber sido convincentes pero no tan convincentes como para lograr que todos los ángeles del Cielo se le unieran. Una posible respuesta a esta interrogante radica en el hecho de que, temporalmente hablando, la creación de los ángeles predata a otra creación que debería ser en varios respectos superior a los mismos ángeles: el hombre. Moviendo a los demás ángeles recurriendo a la envidia e incitándoles un temor de que eventualmente pudiesen ser desplazados por esa creación nueva que iba a tener facultades y capacidades que los ángeles existentes incluyendo el mismo Satanás no tenían, esto podría haber sido un argumento central para unirlos en rebelión abierta con el fin de garantizarse a sí mismos una posición permanente de superioridad. Con Satanás como líder, naturalmente. De haber utilizado un argumento así, o cualquier otro argumento similar, entonces ya desde antes de su caída Satanás estaba haciendo uso de su astucia proverbial para tratar de lograr sus objetivos. De un modo u otro, los primeros en ser tentados por Satanás no fueron los primeros padres; sino que fueron los mismos ángeles del Cielo, de los cuales terminó llevándose una tercera parte consigo.

Si Satanás hubiera caído solo, sin arrastrar a nadie más en su caída, eso habría hecho su rebelión algo extremadamente duro de digerir; porque habría quedado completamente solo al igual que un náufrago o un paria. Pero al llevarse a tantos ángeles consigo, en cierta forma logró sus intenciones de "gobernar", aunque no en la forma como él hubiera querido. Esta actitud está retratada fielmente en la obra de John Milton "El Paraíso Perdido", cuando Satanás se dice a sí mismo después de haber sido echado del Cielo: "Es mejor reinar en el Infierno, que servir en el Cielo":


5: Satanás Provoca la Caída del Hombre


De acuerdo con varias interpretaciones dadas por los teólogos de la Iglesia Católica, uno de los motivos (o quizá el principal motivo) que condujo a la caída de Satanás fue precisamente la creación del hombre pensante, del hombre creador, el Homo Sapiens, simbolizada con la creación de Adán y Eva, lo cual podemos tomar literalmente aunque muy posiblemente deba tomarse simbólicamente.

Desde la perspectiva de Satanás, un ser espiritual puro, el hombre Adán ciertamente habrá adolecido de varios “defectos”, el principal de ellos siendo el no ser un ente espiritual puro, confinado a vivir en un universo físico formado por átomos y moléculas. Pero muy posiblemente, en el fondo, hervía en el ángel favorito de Dios un enorme celo de rencor y envidia en contra del hombre por el hecho de que el hombre, a diferencia de los ángeles, desde el momento en que fue creado era capaz de evolucionar, era capaz de irse perfeccionando con el paso del tiempo, algo negado a los ángeles en su naturaleza propia. Ciertamente, aún hasta los no-creyentes materialistas no niegan la capacidad inherente del hombre para evolucionar. Allí están las invenciones del hombre tales como las computadoras, Internet, la televisión a colores, la robótica, las exploraciones espaciales, el desciframiento del código genético ADN, los avances intelectuales espectaculares en áreas científicas tales como las matemáticas y la química, como prueba de la capacidad del hombre para ir evolucionando, ir descubriendo y llevar a cabo la modificación de su entorno con las herramientas que la Creación le ha proporcionado.

Esta envidia hacia el hombre, sumada al deseo de Samael de hacer las cosas “a su manera” apropiándose del plano espiritual para erigirse a sí mismo en una especie de dios, eventualmente conduciría a Samael a su caída. Y una vez echado del dominio del cual quería apoderarse, el amor infinito que sentía hacia su creador se convirtió en odio infinito, y aunque echado de aquella región del universo espiritual identificada como el paraíso celestial, lejos de darse por vencido decide montar una lucha permanente sin tregua alguna en contra de Dios, una lucha para la cual tendrá la colaboración de la tercera parte de todos los ángeles del Cielo que ha arrastrado consigo en su caída. En este punto, el ángel favorito de Dios deja de ser Lucero para convertirse en Satanás.

Una vez echado del paraíso celestial, Satanás no pierde momento alguno para tratar de provocar la caída del hombre. El relato de Adán y Eva puesto en el primer libro del Antiguo Testamento puede ser interpretado literalmente, o puede ser interpretado en forma simbólica, como algo mucho más amplio que el simple hecho de incurrir en un acto de desobediencia por comer un fruto prohibido. En el segundo capítulo del libro del Génesis del Antiguo Testamento, tenemos lo siguiente:

15 El Señor Dios tomó al hombre y lo puso en el jardín de Edén, para que lo cultivara y lo cuidara.

16 Y le dió esta orden: “Puedes comer de todos los árboles que hay en el jardín,

17 exceptuando únicamente el árbol del conocimiento del bien y del mal. De él no deberás comer, porque el día que lo hagas quedarás sujeto a la muerte”.

El árbol al que hace referencia este texto no es un árbol cualquiera. No es un árbol que dé un fruto como la manzana o el durazno, por más que se diga que Eva dió de comer a Adán una manzana. Posiblemente ni siquiera se trate de un árbol. En el libro del Génesis se le llama el árbol del conocimiento del bien y del mal. Y la advertencia está dada al hombre de que si llega a consumir del árbol del conocimiento del bien y del mal, se romperá un equilibrio, ruptura que lo conducirá hacia su propia muerte. De cualquier modo, esta advertencia es desoída como podemos verlo en el tercer capítulo del Libro del Génesis:

1 La serpiente era el más astuto de todos los animales del campo que el Señor Dios había hecho, y dijo a la mujer: “¿Así que Dios les ordenó que no comieran de ningún árbol del jardín?”.

2 La mujer le respondió: “Podemos comer los frutos de todos los árboles del jardín.

3 Pero respecto del árbol que está en medio del jardín, Dios nos ha dicho: ‘No coman de él ni lo toquen, porque de lo contrario quedarán sujetos a la muerte’ ”.

4 La serpiente dijo a la mujer: "No, no morirán.

5 Dios sabe muy bien que cuando ustedes coman de ese árbol, se les abrirán los ojos y serán como dioses, conocedores del bien y del mal”.

6 Cuando la mujer vio que el árbol era apetitoso para comer, agradable a la vista y deseable para adquirir discernimiento, tomó de su fruto y comió; luego se lo dio a su marido, que estaba con ella, y él también comió.

7 Entonces se abrieron los ojos de los dos y descubrieron que estaban desnudos. Por eso se hicieron unos taparrabos, entretejiendo hojas de higuera.

8 Al oír la voz del Señor Dios que se paseaba por el jardín, a la hora en que sopla la brisa, se ocultaron de él, entre los árboles del jardín.

9 Pero el Señor Dios llamó al hombre y le dijo: “¿Dónde estás?”.

10 “Oí tus pasos por el jardín, respondió él, y tuve miedo porque estaba desnudo. Por eso me escondí”.

11 Él replicó: “¿Y quién te dijo que estabas desnudo? ¿Acaso has comido del árbol que yo te prohibí?”.

12 El hombre respondió: “La mujer que pusiste a mi lado me dio el fruto y yo comí de él”.

13 El Señor Dios dijo a la mujer: “¿Cómo hiciste semejante cosa?”. La mujer respondió: “La serpiente me sedujo y comí”.

14 Y el Señor Dios dijo a la serpiente:
"Por haber hecho esto maldita seas entre todos los animales domésticos
y entre todos los animales del campo. Te arrastrarás sobre tu vientre,
y comerás polvo todos los días de tu vida”.

Pocos estudiosos de la Biblia ponen en tela de duda que una de las primeras fatalidades que ocurren al consumir Adán y Eva el "fruto del árbol prohibido" es la pérdida del estado de inocencia con el que habían sido creados. Se presume que este estado de inocencia es un estado equiparable al que podemos ver en los niños pequeños cuando apenas empiezan a hablar. Hay quienes con toda razón cuestionan que el castigo divino aplicado a Adán y Eva es injusto por el hecho de que, privados como estaban de la capacidad de diferenciación entre el Bien y el Mal, no sabían lo que estaban haciendo, y por lo tanto es injusto que se aplique un castigo a alguien que no tiene plena consciencia de lo que está haciendo. Puesto de otra manera, por no estar los primeros padres (y de nueva cuenta se repite aquí que esto posiblemente hay que tomarlo de una manera simbólica) conscientes de las terribles consecuencias de la adquisición del conocimiento de la Ciencia del Bien y del Mal, no son culpables de transgresión alguna y por lo tanto no son merecedores de ningún tipo de castigo; sólo quienes están plenamente conscientes de las consecuencias de sus actos son reprochables si pese a tal conocimiento insisten de cualquier manera en transistar por un sendero que se les ha prohibido transitar. Este argumento es muy parecido a la situación que ocurre cuando unos padres de familia han estado advirtiéndole en repetidas ocasiones a un hijo suyo el no consumir drogas tales como la heroína y la cocaína, y el cual pese a tales advertencias decide por curiosidad o por rebeldía empezar a probar este tipo de drogas convirtiéndose en un drogadicto. Se sobreentiende que si cualquier joven drogadicto hubiera estado plenamente consciente de las terribles consecuencias de iniciarse en el consumo de drogas, jamás habría incurrido en tal acto de desobediencia hacia sus padres, habría rechazado rotundamente todas las oportunidades que se le hubieran presentado para iniciarse en el mundo de las drogas. Desafortunadamente, la única forma en la cual un joven puede adquirir plena consciencia de las consecuencias de iniciarse en el mundo de la drogadicción es convirtiéndose en un drogadicto, y una vez adquirido el hábito es ya demasiado tarde para que todas las advertencias que le estuvieron dando sus padres puedan ser de utilidad alguna. En base a esta analogía, cuando Dios advierte al hombre de que no deberá probar del árbol del conocimiento del bien y del mal porque el día que lo haga quedará sujeto a la muerte, Dios no aplica sobre el hombre muerte alguna, es el hombre el que se ha aplicado su propia muerte por su propia mano, al igual que el drogadicto que ha ingresado en su propio infierno por su propia decisión. Aquí Dios no aplica ningún castigo, puesto que es la misma transgresión la que conlleva el castigo, o mejor dicho, la consecuencia.

Al tomar el fruto del árbol prohibido, nace en los primeros padres su yo malo interior, se incuba en ellos su Mister Hyde. De aquí en adelante, el ser naturalmente bueno ya de por sí no será posible para el hombre, tendrá que luchar día tras día para contener esos impulsos destructivos que pueden brotar en él en cualquier instante bajo la más mínima provocación, impulsos que llevarán a Caín a matar a su hermano Abel movido por la envidia. Pero hay razones de sobra para suponer que al incurrir el hombre en su acto de desobediencia en contra del Creador consumiendo el fruto del árbol prohibido, la pérdida de su inocencia es tan sólo la primera de muchas fatalidades. Al consumir Adán (o lo que representa Adán) el fruto prohibido, el destino que el Creador tenía reservado para el Homo Sapiens queda deshecho. El equilibrio natural de las cosas queda alterado de modo radicalmente diferente a lo que se tenía planeado en un principio. Después de la rebelión llevada a cabo por el ángel Samael que terminó convertido en Satanás, después de haber perdido a la tercera parte de todos los ángeles del Cielo, este golpe dado por Satanás en contra del Creador usando al hombre Adán como vehículo para su venganza debe haber sido una de las mayores desilusiones en el plan de la Creación.

No está claro si la muerte a que se refiere el texto del Génesis es una muerte corporal, literalmente hablando, o si es otro tipo de muerte ocasionada por el conocimiento del bien y del mal. Posiblemente la adquisición de este conocimiento llega a un costo sumamente elevado con el cual el hombre queda impedido para evolucionar no tanto intelectualmente sino espiritualmente logrando otro tipo de inmortalidad. Todo lo que se diga aquí es y seguirá siendo motivo de especulación dada la vaguedad de los simbolismos usados.

Al romperse el equilibrio que había y esfumarse el estado original de inocencia, la relación cordial de pareja entre hombre y mujer que debería ser fuente de felicidad para ambos termina convertida en una fuente potencial de desaveniencias y pleitos conyugales capaz de fracturar una relación sentimental a grado tal que quienes antes se amaban podrán terminar odiándose, separándose, e inclusive matándose, como ocurre hoy en nuestros días con las altas incidencias estadísticas de divorcios y crímenes pasionales, y la lucha entre hombre y mujer para mantenerse unidos podrá terminar convertida en una batalla sin fin en la que ambos pueden terminar amargándose y amargando a sus descendientes. Al romperse el equilibrio, el hombre posiblemente pierde también defensas naturales con las que posiblemente contaba para no enfermar jamás (la palabra sanación psíquica se viene a la mente) y quedará propenso a sucumbir a todo tipo de aflicciones a lo largo de su vida. Peor aún, si el hombre creado por Dios contaba con algún mecanismo natural para retrasar su envejecimiento o inclusive detener por completo su deterioro celular al llegar a cierta edad, una especie de “fuente de eterna juventud” (la ciencia médica ha descubierto recientemente que la pérdida gradual de ciertos segmentos de ADN conocidos como los telómeros que se encuentran presentes en todas las células del cuerpo es la causante directa de nuestro envejecimiento irreversible, a grado tal que si fuese posible encontrar una forma de detener la pérdida gradual de los telómeros en las células sería en principio posible el frenar el proceso de envejecimiento), ese mecanismo natural con el cual el hombre podría haber aspirado a una especie de inmortalidad también se pierde. Desde la perspectiva de un científico, el deterioro de Adán y Eva sería el equivalente de ser poseedores de un ADN perfecto, libre de fallas, a un ADN corrompido. Y no es únicamente el hombre el que sale perjudicado, la obra entera de la Creación en el planeta Tierra entra en un desequilibrio inmediato. De este modo, las consecuencias de no haber confiado ciegamente en las advertencias dadas por el Creador resultan calamitosas en el pleno sentido de la palabra. Y la reparación del daño no será cosa fácil. En el Cristianismo, la reparación del daño requerirá que el mismo Dios se haga hombre a través de su hijo exponiéndose a los mismos riesgos, peligros y tentaciones enfrentadas por el hombre, inclusive la misma muerte por la cual deberá atravesar. Y requerirá su aceptación a ser clavado en la cruz por el mismo hombre al que quiere salvar de la obra y el poder de Satanás. Sin embargo, y a la postre, varios exégetas están convencidos de que aquellos que logren una reconciliación plena con su Creador posiblemente experimentarán una metamofosis con la cual quedarán convertidos en ángeles-hombres, pero en ángeles-hombres que por haber padecido y por haber sufrido en su paso por la Tierra serán superiores en muchas formas a los ángeles del Cielo, gracias a la experiencia terriblemente adquirida. Esta superioridad en potencia, esta capacidad para poder evolucionar de varias maneras, es presuntamente uno de los factores que motivó la envidia del ángel Samael o Lucero, predisponiéndolo a su caída, incapaz de tolerar la idea de poder ser reemplazado por otro ser al que se le han dado capacidades que el mismo Satanás jamás podrá poseer. Inclusive es posible que, de haber tenido opción de escoger, Satanás habría preferido mil veces haber sido creado como hombre que haber sido creado como ángel, opción que no le fue dada y ante la cual no le quedó más remedio que aceptarla o rebelarse.

La referencia a la serpiente como el más astuto de los animales del campo que Dios había hecho es interpretada generalmente hoy en día como una referencia al mismo Satanás, aunque no se le mencione de nombre, siendo su astucia una astucia derivada de la sabiduría que Satanás ya poseía al ser expulsado del paraíso celestial. Pero si su rebelión en contra de Dios fue motivo para que fuese echado del paraíso celestial, el provocar en el hombre su caída sólo logró emperorarle aún más su situación. Podemos interpretar el castigo que se le dá a la serpiente (Satanás) literalmente imaginándonos a Satanás convertido en una serpiente arrastrándose todo el tiempo sobre su vientre, lo cual se antoja difícil dada su condición como ser espiritual viviendo en un universo espiritual. Pero podemos interpretar esto también simbólicamente como una acción decisiva en la cual el Creador le hace saber a Satanás que cualquier esperanza que pudiera haber alentado, así fuese remota, de lograr algún día congraciarse con su Creador, está perdida, porque claramente se le dice “comerás polvo todos los días de tu vida”, que en el caso de un ser espiritual equivale a una eternidad. Para Satanás, esto es el equivalente a una sentencia de muerte perpetua sin morir jamás, un castigo que se antoja justo para un ente que con su astucia e inteligencia ha provocado el truncamiento de una de las obras cumbres de la Creación. En efecto, Satanás ha sido echado definitivamente al Infierno que él mismo se creó. No habrá ya redención posible para él, ni ahora ni nunca.

Al haber sido expulsado del jardín del Edén, el hombre ya estaba contaminado, ya estaba corrupto. Haberle permitido quedarse en el jardín del Edén sólo le habría dado ocasión para terminar contaminando todo lo que había en el Edén que para él había sido creado, para empezar a hacer trizas todo lo que había en él como hoy lo está haciendo con el planeta Tierra. No tenía sentido seguirlo premiando y consintiendo dejándolo quedarse en el Edén pese a su desobediencia original y pese a su corrupción recién adquirida.

Con todo, ésta caída del hombre no es más que el primer paso en los planes de Satanás. Perdido el estado de inocencia natural, el hombre se vuelve mucho más vulnerable a las tentaciones terrenas. Ese estado de inocencia natural era su mejor escudo, su mejor protección, en contra de las acechanzas de un enemigo invisible. Perdido ese escudo, se vuelve mucho más fácil para Satanás tratar de hacer caer a toda la descendencia del hombre. Lo que ocurrido en el jardín del Edén no es más que el primer paso requerido para poder lograr el resto.

6: Un Demonio Para Cada Quien

El que Satanás no haya caído solo, tiene una consecuencia inesperada e importante. La tradición Católica supone que a cada ser humano al nacer le es asignado un ángel, conocido como el Ángel de la Guarda, sobre el cual hay una oración que es la primera que aprenden muchos niños:

Ángel de la Guarda,
mi dulce compañía,
no me desampares,
ni de noche ni de día,
hasta que descanse en los brazos,
de Jesús, José y María.



Suponiendo que el espíritu conocido como Satanás carece del don de la ubicuidad (la capacidad para poder estar presente en varios o inclusive muchos lugares al mismo tiempo), si Satanás hubiera caído solo, se las vería con muchas dificultades para poder estar tentando al mismo tiempo a una cantidad creciente de seres humanos que se va acercando ya a los siete mil millones en el año 2008. No se daría abasto. Pero no cayó solo. Cayeron con él la tercera parte de los ángeles del Cielo. Esto le permite repartir su infernal tarea entre sus numerosos ayudantes dejándolo libre para cosas más importantes. Esto le permite asignar un demonio a cada ser humano que nace y que actuará como contrapeso al Ángel de la Guarda de cada persona. Esto significa que cada persona debe tener todo el tiempo a su lado desde que nace no sólo a su Ángel de la Guarda sino a su propio demonio personal:




Esto significa que cada persona a su manera actuará como el campo de batalla de una lucha que se está llevando a cabo todo el tiempo en otro plano existencial, una lucha en la que el premio que está siendo disputado es el alma de la persona. Al morir esa persona y decidirse su destino final, los soldados “espirituales” de cada bando serían reasignados a otra persona para continuar la batalla en un nuevo frente, una y otra vez.

Así, los casos de posesiones satánicas vendrían siendo más bien casos de posesiones demoníacas. El General de los ejércitos, destacado en la Biblia por su enorme orgullo y soberbia, difícilmente se rebajaría a estar llevando a cabo él mismo las tentaciones constantes de un humano común y corriente que puede llevar a cabo cualquiera de sus soldados a menos de que se trate de alguien muy importante o que se trate de un alma pura prácticamente libre de pecado (se presume que ésto último ejerce una atracción o mejor dicho una tentación casi irresistible sobre Satanás; ¿no resulta irónico?).

Es frecuente escuchar en muchos creyentes desilusionados sus dudas sobre la existencia del Ángel de la Guarda, el cual si existe a veces parece no estar haciendo absolutamente nada para ayudar a la persona que tiene bajo su protección y custodia espiritual. Si admitimos la presencia en cada persona no sólo de un Ángel de la Guarda sino también de un demonio maquinando en contra de dicha persona a tiempo completo, esto explicaría el por qué cada Ángel de la Guarda parece tener muy poco tiempo para dedicárselo a la persona bajo su cuidado: ya tiene sus manos llenas y está bastante ocupado tratando de mantener a raya a su contraparte. Estando las cosas tan mal como ya están en este mundo, cabría esperar que estarían mil veces peor si cada persona no tuviese además un Ángel de la Guarda actuando como contrapeso para el demonio que la sigue a todos lados todo el tiempo, máxime que cada uno de esos demonios le tiene que estar rindiendo cuentas a un General cuya cólera cada vez que le falle uno de sus demonios debe ser monumental.

7: Jesús, el Hijo Unigénito de Dios

En el capítulo décimo del Evangelio según San Lucas, tenemos en un espacio brevísimo lo que tal vez sea uno los más extraordinarios pronunciamientos del Nuevo Testamento, cuando Jesús se dirige a 72 enviados suyos a quienes podemos considerar como los primeros sacerdotes de la Iglesia que estaba siendo fundada por él:

16 “Quien a vosotros os escucha, a mí me escucha; y quien a vosotros os rechaza, a mí me rechaza; y quien me rechaza a mí, rechaza al que me ha enviado.”

17 Regresaron los 72 alegres, diciendo: “Señor, hasta los demonios se nos someten en tu nombre.”

18 El les dijo: “Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo”.

La razón por la cual este pronunciamiento es extraordinario es porque Jesús les revela a sus apóstoles cómo él mismo vió caer a Satanás del Cielo como un rayo:




A lo que se está refiriendo Jesús con esto es, unívocamente y sin ambiguedad alguna, a la expulsión de Satanás del paraíso celestial, a su caída del Cielo, una caída de la cual él mismo fue testigo. Al decirle a sus apóstoles haber visto caer a Satanás del cielo como un rayo les está haciendo saber que él estuvo presente cuando ocurrió este suceso trascendental. Si Jesús estuvo presente viendo la caída de Satanás, ello sólo puede significar una cosa: Jesús no es un hombre ordinario común y corriente, como tampoco es un profeta como los profetas del Antiguo Testamento que le han precedido. Es, en efecto, un ser divino que se ha encarnado en el cuerpo de un hombre. Es, en efecto, quien proclama ser, el Hijo de Dios, el Hijo del Hombre. Y al confirmar este hecho a sus apóstoles, está confirmando otro suceso de enorme trascendencia: Jesús, espíritu puro, ha atravesado la infranqueable barrera que separa al universo espiritual del universo físico, algo que el mismo Satanás y sus legiones de demonios no han podido hacer. El único que puede romper esta barrera es el mismo Dios, encarnado como hombre a través de su Hijo, y en tal caso no puede ser otro que el Mesías anunciado repetidamente por los profetas del Antiguo Testamento:


8: Un Poder Limitado

Si hemos de dar crédito a las Escrituras, pese a la vasta inteligencia y sabiduría con la cual se supone que fue creado el ángel Lucero, ese ángel Lucero hoy Satanás no es un dios. Si lo fuera, habría creado para sí mismo su propio Cielo, su propio universo, en el cual todo se estaría haciendo según su voluntad. No tendría por qué haberse rebelado ni tratar de apoderarse del paraíso celestial que ya existía. Habría creado su propio su propio paraíso, el paraíso del ángel Samael. Pero no parece tener ni siquiera el poder para materializarse en nuestro universo físico, lo cual le permitiría instalarse en un gran trono desde donde podría reinar y mandar directamente sobre sus súbditos recibiendo de todos ellos adoración y culto (lo mismo que ansiaba lograr y no pudo lograr en el universo espiritual). Esto significa que tampoco tiene el poder para matar directamente él mismo a ningún ser humano, si quiere hacer tal cosa lo tiene que hacer por otros medios tales como inducirlo a suicidarse o arreglar las cosas para que tome una mala decisión que lo predisponga a un evento fatal como tomar un vuelo de avión que está predestinado para venirse abajo o simplemente acudir al lugar equivocado a la hora equivocada en donde podrá ocurrirle una desgracia de la cual no saldrá con vida.

Pese a todo el enorme poder que se le atribuye a Satanás, pese a toda su sabiduría, pese a toda su astucia, pese a todo el apoyo que tiene a su disposición con la ayuda de tiempo completo de la tercera parte de todos los ángeles del cielo que arrastró con él en su caída, en los hechos se acepta que Satanás como ser espiritual sin un cuerpo físico tiene un poder mucho muy limitado, ya que no puede obligar a nadie a hacer nada en contra de su voluntad. En esto radica su mayor debilidad. Está limitado a actuar por la vía de la persuasión, metiéndole todo tipo de ideas a todos los humanos cada vez que puede, lo cual sin embargo resulta ser un arma extraordinariamente potente y efectiva ante seres débiles propensos a caer. Esto fue precisamente lo que hizo al tentar a los primeros padres en el jardín del Edén; no los podía obligar a que comieran el fruto del árbol prohibido, tenía que convencerlos, y si no podía convencerlos entonces no podía hacer nada más al respecto, tendría que haberse retirado derrotado. Los exégetas de la Biblia nos dicen que la mayor parte de todos los problemas que padece la humanidad, problemas que devienen en guerras, asesinatos, adulterios, traiciones, crímenes pasionales, dictaduras brutales, suicidios, terrorismo, odios, envidias, celos, iras irracionales, provienen de esas "ideas" malsanas que de repente le llegan a los hombres a la cabeza sin saber de dónde se originan esas ideas. De este modo, aún no siendo un dios, y estando limitado a actuar por la vía de la persuasión, por la vía de las insinuaciones, los dones que le fueron concedidos al momento de su creación colocándolo por encima de los demás ángeles ciertamente podrían hacerlo aparecer como un dios ante los ojos de cualquier hombre aún siendo invisible por ser un ente espiritual.

Aunque el poder de Satanás para poder actuar directamente dentro de nuestro universo físico moviendo montañas o levitando ciudades parece ser sumamente limitado, existe sin embargo, una forma en la cual desde el universo físico se le puede "abrir" un poco la puerta a los entes espirituales como Satanás y sus demonios que se presume que habitan en otro plano metafísico ampliándoles su rango de acción dentro de nuestro universo, ampliándoles su poder para actuar en nuestro mundo. Esa forma consiste en invocarlos y cederles voluntariamente la posesión de nuestros cuerpos físicos por un breve lapso de tiempo en nuestros intentos por comunicarnos con "el más allá". Aquí la palabra clave es voluntariamente. Si nosotros no damos específicamente nuestra autorización para esta entrada, ese ingreso no puede ocurrir cuando estamos conscientes. Puede ocurrir cuando estamos durmiendo, permitiendo a los demonios que ingresan dentro de nuestros sueños el poder darnos visiones de imágenes malsanas de tipo sexual. Esos demonios son conocidos como incubus y sucubus, pero esta forma de ingreso no les permite manifestarse ante otros a través de nosotros porque al estar dormidos soñando estamos totalmente inmóviles (en el estado conocido como REM o “Rapid Eye Movement” identificado técnicamente como la zona de ondas cerebrales Alfa), y al despertar la expulsión de los entes es automática e inmediata. Sin embargo, esto cambia cuando nosotros mismos “abrimos” la “puerta” intentando ingresar en un estado de trance en el cual de algún modo podrán ingresar esos entes incorpóreos dentro de nosotros. De esto es precisamente de lo que tratan los trances auto-inducidos en los ritos Haitianos del vudú y las sesiones espiritistas (conocidas en la lengua inglesa como séance), en las cuales alguien identificado como médium trata de producir en sí mismo un trance invitando a otros entes a que ingresen dentro de su cuerpo, generalmente espíritus de personas recién fallecidas que tienen alguna relación de parentesco con una o varias de las personas que toman parte en una sesión espiritista, entes con los cuales los familiares intentan establecer una comunicación:




Las invocaciones espiritistas no siempre funcionan y requieren de una buena cantidad de experimentación, pero cuando funcionan el médium parece perder por completo su propia personalidad, el tono de su voz se altera, y al hablar parece tener conocimientos que sólo podría tener la persona recién fallecida a la cual se está invocando.

El problema de invocar a entes de otro plano metafísico a que ingresen dentro de nuestros cuerpos ofreciéndoles voluntariamente la posesión así sea temporal de nuestros cuerpos es que no tenemos ni siquiera la más remota garantía de que el ente que ingrese sea realmente el espíritu de una persona fallecida o que sea otro tipo de ente, especialmente un ente maligno que simule ser la persona que estamos buscando, un ente dispuesto a engañarnos recurriendo a la mentira para llevar a cabo el engaño. Es enteramente posible que, valiéndose de un médium espiritista y de una “voz” del mundo invisible, un espíritu maligno imite la voz de un difunto y hable con los parientes y amigos que le han sobrevivido. De este modo, aunque la “voz” pretenda ser el fallecido, ¡en realidad es un demonio!

En las sesiones espiritistas genuinas (no aquellas llevadas a cabo por charlatanes que sólo buscan lucrar comercialmente con la tristeza de los deudos), la persona fallecida hablando a través de un médium parece tener mucha información que el mismo médium no podría tener, datos personales que le son íntimos a la persona, lo cual hace aumentar la creencia de los participantes de que están conversando con la persona fallecida. Ha habido estudiosos serios del fenómeno tales como el sacerdote jesuita Carlos María de Heredia, autor del libro Los fraudes espiritistas y los fenómenos metapsíquicos, y el cual se hizo famoso desenmascarando los fraudes incurridos por numerosos charlatanes que empleaban trucos de magia, y el cual dió fé de que las posesiones genuinas llevadas a cabo por la vía del trance de un médium, si se dan, deben ser un evento sumamente raro. Si el espíritu que se está manifestando a través del médium posee tantos datos íntimos y privados del fallecido, algo de lo cual pueden dar fé los parientes cercanos del fallecido, la primera conclusión sería: ¿quién otro podría ser sino el mismo fallecido? Pero he aquí en donde se puede incurrir en un grave error, porque además de la persona fallecida puede haber otro ente que tiene absolutamente toda la información acerca de la vida de esa persona (y al decir toda, estamos subrayando la palabra toda), y ese ente vendría siendo el demonio que le fue asignado por Satanás a esa persona desde antes de nacer, su "demonio personal" trabado en batalla continua con el ángel de la Guarda que también le es asignado a dicha persona.

Es relevante el hecho de que la Biblia, considerada como la palabra de Dios a través de sus profetas, prohibe el empleo de la adivinación, prohibe el consultar a un médium espiritista o a un “pronosticador de sucesos”, o el hacerle preguntas a los muertos. En el capítulo 18 del Libro del Deuteronomio (una palabra de origen griego que significa “segunda Ley”) podemos ver claramente las siguientes advertencias:

9 Cuando entres en la tierra que el Señor, tu Dios, te dará, no aprendas a practicar las abominaciones que cometen esas naciones.

10 Que no haya entre ustedes nadie que inmole en el fuego a su hijo o a su hija, ni practique la adivinación, la astrología, la magia o la hechicería.

11 Tampoco habrá ningún encantador, ni consultor de espectros o de espíritus, ni evocador de muertos.

12 Porque todo el que practica estas cosas es abominable al Señor, tu Dios, y por causa de estas abominaciones, él desposeerá a esos pueblos delante de ti.

13 Tú serás irreprochable en tu trato con el Señor, tu Dios.

14 Porque las naciones que vas a desposeer escuchan a los astrólogos y adivinos, pero a ti el Señor no te permite semejante cosa.

15 El Señor, tu Dios, te suscitará un profeta como yo; lo hará surgir de entre ustedes, de entre tus hermanos, y es a él a quien escucharán.

16 Esto es precisamente lo que pediste al Señor, tu Dios, en el Horeb, el día de la asamblea, cuando dijiste: “No quiero seguir escuchando la voz del Señor, mi Dios, ni miraré más este gran fuego, porque de lo contrario moriré”.

17 Entonces el Señor me dijo: “Lo que acaban de decir está muy bien.

18 Por eso, suscitaré entre sus hermanos un profeta semejante a ti, pondré mis palabras en su boca, y él dirá todo lo que yo le ordene.

19 Al que no escuche mis palabras, las que este profeta pronuncie en mi Nombre, yo mismo le pediré cuenta.

20 Y si un profeta se atreve a pronunciar en mi Nombre una palabra que yo no le he ordenado decir, o si habla en nombre de otros dioses, ese profeta morirá”.

21 Tal vez te preguntes: “¿Cómo sabremos que tal palabra no la ha pronunciado el Señor?”.

22 Si lo que el profeta dice en nombre del Señor no se cumple y queda sin efecto, quiere decir que el Señor no ha dicho esa palabra. El profeta ha hablado temerariamente: no le temas.

Las prácticas espiritistas, proscritas por la misma Biblia desde tiempos inmemoriales, fueron reintroducidas en nuestros tiempos por Allan Kardec (1804-1869) haciendo caso omiso a las advertencias dadas en la Biblia. No conforme con esto, Allan Kardec introdujo su propia “verdad” evangélica, buscando complementar con “espiritismo” los textos de las Escrituras:




Si un médium accede a darle entrada voluntariamente dentro de su cuerpo a un ser del más allá, al no haber forma posible de poder identificar al ente que ingresa dentro del cuerpo del médium como el espíritu de una persona fallecida o como un demonio al servicio de Satanás, se está a merced de los “consejos” que un impostor quiera dar desde el universo espiritual a quienes lo escuchan con el fin no de guiarnos sino de engañarnos. Esto explica las advertencias dadas en la Biblia en contra de este tipo de prácticas que algunos toman como un juego inocuo sin trascendencia ni consecuencias. Los predicadores del Evangelio enseñan que el mayor peligro del espiritismo es que sitúa a la persona bajo el influjo demoníaco, invitando por ello a resistir a la tentación de participar en estas prácticas no importando lo divertidas o emocionantes que parezcan, entre las cuales están también la adivinación con bolas de cristal y las tablas Ouija:




Independientemente de toda la falsa información que se pueda obtener a través de una sesión espiritista genuina, la primera fatalidad puede terminar siendo el mismo que se ofrece como médium, el mismo que dá su permiso pleno para que su cuerpo pueda ser habitado por un ente del “más allá”. Porque una vez que ingrese dicho ente en su cuerpo, no sabrá cómo quitárselo de encima cuando haya terminado la sesión espiritista, especialmente si resulta ser un ente maligno, el cual ya no lo querrá abandonar. Al respecto, el Reverendo Padre Gabriel Amorth, un reconocido exorcista de la diócesis de Roma, afirma que de acuerdo a su experiencia el espiritismo y el juego con las cosas ocultas es una de las principales causas de posesión diabólica. De este modo, una posesión temporal puede terminar convirtiéndose en una posesión de tiempo completo, atormentando noche y día al que dió su permiso y pleno consentimiento para que esa “transferencia” pudiera llevarse a cabo. Y al estar metido en este embrollo, el único que lo puede ayudar es un exorcista autorizado para ello, y la expulsión exitosa del ente es algo que ciertamente no está garantizado. Así, el andar experimentando con lo que le es desconocido le puede terminar costando al curioso inclusive su propia vida, no sólo aquí sino en el más allá.

No es de extrañar que la asistencia activa o pasiva a las sesiones espiritistas esté gravemente prohibida por la Iglesia Católica, la cual reprueba el recurso al espiritismo interrogando a los espíritus de los difuntos por medio de un intermediario (medium) en trance, porque es la pretensión de querer conocer lo que Dios conoce pero al margen del mismo Dios, habiendo sido éste el pecado de los primeros padres Adán y Eva al probar el fruto del árbol del conocimiento de la Ciencia del Bien y del Mal.

Si hemos de asimilar algo de todo esto es que, aunque lo más cómodo y fácil sea pretender echarle toda la culpa a Satanás de algo malo que uno haya hecho, con el clásico pretexto “el Diablo me hizo hacerlo”, ello no remueve el hecho de que es a fin de cuentas cada persona la que tiene en sus manos el libre albedrío, la libre voluntad, de hacer voluntariamente lo que hace, y debe asumir su parte de la culpa. Si una persona cae bajo el influjo de fuerzas ocultas e invisibles, es porque de antemano esa persona dió su autorización para ello. Las mismas leyes humanas en todos los países alrededor del mundo no le admiten a un inculpado el pretexto “el Diablo me hizo hacerlo” como defensa jurídica para tratar de evadir su castigo después de haber cometido un crimen. Satanás le podrá sugerir a cada quien las mil y un maneras diferentes de hacer algo “prohibido”, pero es potestad de cada quien dejarse llevar por la seducción de la opción que se le presenta o de decir simplemente: ¡No! Y si una persona, usando su libre albedrío, dice ¡No! a todas las opciones y alternativas que se le puedan presentar en su mente presentadas ya sea por Satanás mismo o por cualquiera de sus incontables ayudantes disponibles en sus legiones, entonces no podrá ocurrir absolutamente nada, porque Satanás y todos los demonios a su disposición juntos no pueden hacer nada en contra del poder de libre albedrío de un solo hombre que se rehusa a hacerle caso a esas “ideas” que de repente le llegan a la cabeza y las cuales no sabe de dónde vinieron.

Además de la posibilidad de “abrirle” una puerta de entrada en este mundo a Satanás y a sus demonios con prácticas tales como el espiritismo, aunque Satanás y sus ángeles siendo seres espirituales viviendo en un plano espiritual estén maniatados en lo que puedan hacer con seres humanos que viven en otro plano muy diferente situados en un universo material dentro de cuerpos formados por átomos y moléculas, la situación ciertamente también puede cambiar de modo dramático a la muerte de una persona cuando su espíritu (alma, elán vital, etc.) abandona su cuerpo inerte incorporándose por completo al plano espiritual. A partir de ese momento, la esencia misma de la persona, lo que las grandes religiones del mundo sostienen que sobrevive más allá de la muerte, quedaría completamente a merced de lo que haya “del otro lado”. Y si el alma de la persona no es recogida (salvada) por alguien con quien tenga buenas relaciones en “el otro lado”, lo más probable es que terminará cayendo en manos de Satanás y sus ángeles, y terminará pasándola mal de ser cierto que Satanás siempre ha detestado al hombre en grado extremo. Y terminará pasándola muy mal por largo tiempo. Una eternidad, para ser precisos. Sin esperanza alguna de salir del bache. En otras palabras, aunque Satanás tenga un poder muy limitado sobre los seres humanos aquí, en la Tierra, en el universo físico, en donde todo está formado por átomos y moléculas, este mismo poder se vuelve prácticamente ilimitado allá, del otro lado, después de la muerte, cuando ya es muy tarde para que el que acaba de morir le sirva de algo arrepentirse por lo que haya hecho en vida en el plano físico material.