Desde el principio de la Biblia, Satanás es el principal enemigo de Dios, en contra de quien se halla en abierta rebeldía, es su principal adversario. Pero el mismo Satanás tiene otros adversarios, los mismos ángeles que se encargaron de echarlo del paraíso celestial junto con sus seguidores.
Existe la creencia generalizada de que las revelaciones contenidas en el Nuevo Testamento en el libro del Apocalipsis de San Juan son revelaciones nuevas de última hora, las cuales por lo tanto no aparecen en el Antiguo Testamento. Sin embargo, en el Antiguo Testamento, en el libro del profeta Daniel, se habla en forma muy clara de una batalla terrible que tendrá lugar algún día en un futuro que aún no llega en la cual se decidirá definitivamente y para siempre quién quedará del lado de Dios y quién quedará del lado de Satanás. Y como uno de los principales protagonistas de esta batalla se menciona al Arcángel Miguel. Esto ocurre en el doceavo capítulo del libro del profeta Daniel, en donde tenemos en las visiones del profeta Daniel la siguiente descripción del Arcángel Miguel al cual se le menciona directamente por su nombre junto con la descripción de los eventos predichos en las Escrituras:
1 En aquel tiempo, se alzará Miguel, el gran Príncipe,
que está de pie junto a los hijos de tu pueblo.
Será un tiempo de tribulación,
como no lo hubo jamás, desde que existe una nación
hasta el tiempo presente.
En aquel tiempo,
será liberado tu pueblo:
todo el que se encuentre inscrito en el Libro.
2 Y muchos de los que duermen en el suelo polvoriento
se despertarán, unos para la vida eterna,
y otros para la ignominia, para el horror eterno.
3 Los hombres prudentes resplandecerán
como el resplandor del firmamento,
y los que hayan enseñado a muchos la justicia
brillarán como las estrellas, por los siglos de los siglos.
4 En cuanto a ti, Daniel, oculta estas palabras y sella el Libro hasta el tiempo del Fin. Muchos buscarán aquí y allí, y aumentará el conocimiento".
Última revelación y epílogo
5 Yo, Daniel, miré y vi que otros dos hombres estaban de pie, uno en una orilla del río y otro en la orilla opuesta.
6 Uno de ellos dijo al hombre vestido de lino que estaba sobre las aguas del río: “¿Para cuándo será el fin de estos prodigios?”.
7 Yo oí al hombre vestido de lino que estaba sobre las aguas del río. Él alzó su mano derecha, y su mano izquierda hacia el cielo y juró por aquel que vive eternamente: “Pasará un tiempo, dos tiempos y la mitad de un tiempo; y cuando se haya acabado de aplastar la fuerza del pueblo santo, se acabarán también todas estas cosas”.
8 Yo oí, pero no entendí. Entonces dije: “Señor mío, ¿cuál será la última de estas cosas?”.
9 Él respondió: “Ve Daniel, porque estas palabras están ocultas y selladas hasta el tiempo final.
10 Muchos serán purificados, blanqueados y acrisolados; los malvados harán el mal, y ningún malvado podrá comprender, pero los prudentes comprenderán.
11 A partir del momento en que será abolido el sacrificio perpetuo y será instalada la Abominación de la desolación, pasarán mil doscientos noventa días.
12 ¡Feliz el que sepa esperar y llegue a mil trescientos treinta y cinco días!
13 En cuanto a ti, ve hacia el Fin: tú descansarás y te levantarás para recibir tu suerte al fin de los días”.
La batalla a la que hacen referencia estas visiones no es una referencia a la primera batalla en la cual Satanás y sus demonios fueron echados del paraíso celestial. Es una referencia a otra batalla que habrá de venir, una batalla cuyos detalles nos están ocultos y sellados hasta el tiempo final. Pero esta última batalla no parece que será una batalla que estará limitada al universo espiritual mientras el hombre moderno continúa cómodamente con su vida de siempre en el universo físico, indiferente a la lucha que se estará llevando a cabo “del otro lado”. Todo parece indicar que será una batalla que se llevará a cabo tanto aquí como “allá”. De este modo, aunque no podamos “ver” lo que está sucediendo en el más allá, sabremos unívocamente que algo terrible debe estar sucediendo en el universo espiritual porque también se estará librando algo terrible aquí mismo en el universo físico.
De este modo, nosotros o nuestros descendientes estaremos o estarán atrapados en medio de un combate decisivo, queramos o no.
El Arcángel Miguel no es el único mencionado directamente de nombre por el profeta Daniel. En el capítulo ocho del libro de Daniel aparece mencionado también el ángel Gabriel dentro del contexto de esa batalla terrible predicha para el fin de los tiempos:
15 Mientras yo, Daniel, miraba la visión y trataba de comprender, vi que estaba de pie frente a mí alguien con aspecto de hombre.
16 Y oí una voz de hombre en medio del río Ulai, que gritaba, diciendo: “Gabriel, explícale la aparición a este hombre”.
17 Él llegó hasta donde yo estaba, y cuando llegó, sentí un gran temor y caí sobre mi rostro. Él me dijo: “Entiende, hijo de hombre, que la visión se refiere al tiempo del Fin”.
18 Mientras él me hablaba, yo caí en trance con el rostro en tierra. Él me tocó y me hizo poner de pie en el lugar donde estaba.
19 Luego añadió: “Voy a hacerte saber lo que sucederá al término de la Indignación, porque el Fin llegará en el momento fijado.
20 El carnero que viste con dos cuernos representa a los reyes de los medos y de los persas;
21 el chivo velludo es el rey de Javán, y el gran cuerno que estaba entre sus ojos es el primer rey.
22 Una vez quebrado este, los cuatro que surgieron en lugar de él son los cuatro reinos que surgirán de su nación, pero no con su misma fuerza.
23 Al fin de su reinado,
cuando los pecadores hayan colmado la medida,
surgirá un rey atrevido y astuto.
24 Su poderío se acrecentará, pero no por su propia fuerza;
causará destrucciones inauditas
y tendrá éxito en lo que emprenda,
destruirá a los poderosos,
al pueblo de los Santos.
25 Gracias a su astucia,
el engaño triunfará por medio de él,
su corazón se ensoberbecerá
y destruirá tranquilamente a muchos.
Se alzará contra el Jefe de los jefes,
pero luego será destrozado sin que intervenga ninguna mano.
26 La visión de las tardes y las mañanas,
tal como ha sido expuesta, es verdad.
En cuanto a ti, oculta la visión,
porque es para días lejanos".
27 Yo, Daniel, me desvanecí y estuve enfermo varios días. Luego me levanté y me dediqué a los asuntos del rey. La visión me dejó perplejo, y no atinaba a comprender.
Gabriel parece ser un ángel muy importante dentro de la jerarquía del universo espiritual. Sin embargo, no es un arcángel; el único arcángel al que hacen mención las Escrituras es el Arcángel Miguel, el cual viene siendo como una especie de Primer Ministro. Es posible que Satanás antes de su caída haya sido un arcángel al igual que Miguel, o que inclusive haya estado situado jerárquicamente por encima de éste último hasta el día en que fue echado del paraíso celestial. En la breve epístola a San Judas que consta tan solo de veinticinco versículos y la cual está puesta en el último lugar de las cartas católicas justo antes del Apocalipsis de Juan, Miguel es mencionado de modo muy claro como un arcángel:
1 Judas, siervo de Jesucristo, hermano de Santiago, a los que han sido llamados, amados de Dios Padre y guardados para Jesucristo.
2 A vosotros, misericordia, paz y amor abundantes.
3 Queridos, tenía yo mucho empeño en escribiros acerca de nuestra común salvación y me he visto en la necesidad de hacerlo para exhortaros a combatir por la fe que ha sido transmitida a los santos de una vez para siempre.
4 Porque se han introducido solapadamente algunos que hace tiempo la Escritura señaló ya para esta sentencia. Son impíos, que conviertan en libertinaje la gracia de nuestro Dios y niegan al único Dueño y Señor nuestro Jesucristo.
5 Quiero recordaros a vosotros, que ya habéis aprendido todo esto de una vez para siempre, que el Señor, habiendo librado al pueblo de la tierra de Egipto, destruyó después a los que no creyeron;
6 y además que a los ángeles, que no mantuvieron su dignidad, sino que abandonaron su propia morada, los tiene guardados con ligaduras eternas bajo tinieblas para el juicio del gran Día.
7 Y lo mismo Sodoma y Gomorra y las ciudades vecinas, que como ellos fornicaron y se fueron tras una carne diferente, padeciendo la pena de un fuego eterno, sirven de ejemplo.
8 Igualmente éstos, a pesar de todo, alucinados en sus delirios, manchan la carne, desprecian al Señorío e injurian a las Glorias.
9 En cambio el arcángel Miguel, cuando altercaba con el diablo disputándose el cuerpo de Moisés, no se atrevió a pronunciar contra él juicio injurioso, sino que dijo: “Que te castigue el Señor”.
10 Pero éstos injurian lo que ignoran y se corrompen en las cosas que, como animales irracionales, conocen por instinto.
11 ¡Ay de ellos!, porque se han ido por el camino de Caín, y por un salario se han abandonado al descarrío de Balaam, y han perecido en la rebelión de Coré.
12 Estos son una mancha cuando banquetean desvergonzadamente en vuestros ágapes y se apacientan a sí mismos; son nubes sin agua zarandeadas por el viento, árboles de otoño sin frutos, dos veces muertos, arrancados de raíz;
13 son olas salvajes del mar, que echan la espuma de su propia vergüenza, estrellas errantes a quienes está reservada la oscuridad de las tinieblas para siempre.
14 Henoc, el séptimo después de Adán, profetizó ya sobre ellos: "Mirad, el Señor ha venido con sus santas miríadas
15 para realizar el juicio contra todos y dejar convictos a todos los impíos de todas las obras de impiedad que realizaron y de todas las palabras duras que hablaron contra él los pecadores impíos."
16 Estos son unos murmuradores, descontentos de su suerte, que viven según sus pasiones, cuya boca dice palabras altisonantes, que adulan por interés.
17 En cambio vosotros, queridos, acordaos de las predicciones de los apóstoles de nuestro Señor Jesucristo.
18 Ellos os decían: “Al fin de los tiempos aparecerán hombres sarcásticos que vivirán según sus propias pasiones impías.”
19 Estos son los que crean divisiones, viven una vida sólo natural sin tener el espíritu.
20 Pero vosotros, queridos, edificándoos sobre vuestra santísima fe y orando en el Espíritu Santo,
21 manteneos en la caridad de Dios, aguardando la misericordia de nuestro Señor Jesucristo para vida eterna.
22 A unos, a los que vacilan, tratad de convencerlos;
23 a otros, tratad de salvarlos arrancándolos del fuego; y a otros mostradles misericordia con cautela, odiando incluso la túnica manchada por su carne.
24 Al que es capaz de guardaros inmunes de caída y de presentaros sin tacha ante su gloria con alegría,
25 al Dios único, nuestro Salvador, por medio de Jesucristo, nuestro Señor, gloria, majestad, fuerza y poder antes de todo tiempo, ahora y por todos los siglos. Amén.
Aquí tenemos otro dato interesante: en el versículo 9 el Arcángel Miguel no toma en sus manos el castigar a Satanás, sino que deja su castigo directamente en manos del Creador, al decirle “Que te castigue el Señor”. Y esto lo dice al estar librando una lucha con Satanás por el cuerpo de Moisés, lo cual debe haber ocurrido al poco tiempo de haber muerto Moisés. La implicación de esto es muy clara: tras haber sido echado del paraíso celestial, además de estar llevando a cabo una batalla para hacer caer al hombre que habita en el universo físico a través de insinuaciones y persuasiones astutas, Satanás ha continuado librando una batalla sin tregua sin esperarse hasta la batalla final predicha por el profeta Daniel y por San Juan.
Por las revelaciones hechas a los hombres tanto por los profetas del Antiguo Testamento como por los Apóstoles del Nuevo Testamento, revelaciones de las cuales el mismo Satanás ya debe de estar enterado, revelaciones que profetizan su derrota final y su confinamiento por el resto de la eternidad a una prisión que no podrá abandonar jamás, una prisión que posiblemente está siendo creada desde el momento en que fue echado del paraíso celestial, la futilidad de su lucha es más que obvia. Esto nos lleva a formularnos una pregunta importante: si Satanás sabe que al estarse enfrentando con el Creador la tiene perdida de antemano, ¿qué caso tiene continuar con algo en lo que no se puede ganar? Porque no hay peor lucha que aquella en la cual el perdedor ya sabe de antemano que el resultado de la misma está decidido. Esto hablaría muy mal de la inteligencia que se le atribuye a Satanás. Ciertamente, la lucha que está llevando a cabo Satanás no es para cambiar el destino final que le aguarda, porque eso ya está decidido y profetizado.
La respuesta a esto último sólo puede ser una: si bien Satanás ya sabe lo que le espera, y sabe muy bien que no lo puede cambiar, puede tratar de llevarse consigo a la mayor cantidad posible de almas. No podrá llevarse todas, eso lo sabe de antemano, de acuerdo con lo que nos dicen los mismos profetas y los Apóstoles. Pero puede tratar de “maximizar sus ganancias”. Y puesto que el tiempo está corriendo, él y sus ayudantes deben estar haciendo todo lo que pueden hacer para hacer caer en sus manos a la mayor cantidad posible de hombres y mujeres en sus redes. Desde su perspectiva, entre más sean aquellos que se pueda llevar consigo, mayor será la derrota que le dará al Creador. Y si hemos de guiarnos por la cantidad de ángeles que arrastró consigo en su caída (la tercera parte de todos los ángeles del Cielo), lamentablemente va a arrastrar también a muchos hombres y mujeres consigo, esto es inevitable. Con sólo repasar la lista de los grandes transgresores a las leyes del Creador que ha habido a lo largo de la historia: asesinos, idólatras, dictadores brutales, hombres corruptores de las buenas costumbres, falsos profetas, empresarios ambiciosos en grado extremo, individuos como Calígula, Alejandro VI (el Papa Borgia), Nerón, Mohammed Atta, Herodes, José Stalin, Atila, Rasputín, Adolfo Hitler, Judas (el que entregó a Jesús), Marshall Applegate (fundador de la secta Heaven's Gate y causante del suicidio colectivo ocurrido en 1997), David Koresh (fundador de la secta de los Davidianos y causante del suicidio colectivo ocurrido en Waco, Texas, en 1993), Jim Jones (fundador de la secta Templo del Pueblo y causante del suicidio colectivo ocurrido en Guyana en 1978), comercializadores y mercaderes de fé religiosa, narcosatánicos, rockandroleros adoradores de Satanás en su música y sus canciones, y muchos otros de la misma especie así como todos sus seguidores e imitadores, Satanás se va a llevar a muchos consigo. Pero no se va a poder llevar a todos. Y tal vez en esto último radique la verdadera derrota final de Satanás y el mayor mensaje de esperanza para los tiempos finales que se predicen en las Escrituras. Si entre cada mil o diez mil personas hubo alguien como Santa Teresa de Jesús, como Albert Schweitzer, como Florence Nightingale o como la Madre Teresa de Calcuta, en el balance final, las mil penurias por las que ha tenido que atravesar la Creación habrán valido la pena. Porque, al final del día, vale más una gota de miel que una arroba de hiel, vale más una moneda de oro que mil monedas de cobre. Dios se queda con el oro, y Satanás con el cobre, y tal vez no haya peor castigo que éste.