Es frecuente escuchar que el mayor triunfo de Satanás ha sido lograr convencer al hombre contemporáneo de que no existe, que su engaño más astuto ha sido que muchos no se percaten de que él y los demonios existen, lo cual no resulta difícil cuando se trata de seres que se presume que viven en otro plano metafísico diferente del mundo real que todos conocemos y al cual estamos acostumbrados a través de nuestros sentidos físicos, seres a los cuales no podemos “ver” con nuestros ojos físicos ni podemos tocar con nuestra mano y ni siquiera conversar con ellos directamente. Convencer al hombre común de que Satanás y sus ángeles no existen ciertamente lo hace mucho más vulnerable a caer en las tentaciones que le sean presentados por estos, porque si no existe Satanás ni existen los demonios entonces tampoco existe Dios ni existe Cielo ni Infierno ni consecuencia alguna para los actos inicuos que un hombre cometa durante su paso por la Tierra. Esto remueve todas las barreras éticas y morales y predispone al hombre a cometer actos para los cuales no espera recibir ni premio ni castigo alguno. El libre albedrío sigue allí, pero sin freno alguno para moderar los impulsos, los vicios y los apetitos que puedan causar daño a otros o a uno mismo, con lo cual resulta mucho más difícil resistir la tentación de hacer todo lo que se le venga a uno en mente, tanto lo bueno como lo malo, y en muchos casos resulta más fácil hacer lo malo que lo bueno.
De cualquier manera, muy de vez en cuando ocurren situaciones extrañas que no pueden ser explicadas por la ciencia médica que sugieren la existencia de entes que pueden tomar el control de una persona haciendo dentro de ella lo que quieran, sin que la persona pueda deshacerse por sí sola de esta influencia maligna. Estas manifestaciones son extremadamente raras en nuestros tiempos, en concordancia con el hecho de que a Satanás se le atribuye como uno de sus más grandes triunfos el haber logrado convencer al hombre de que no existe, y él sería en tal caso el último en querer presentarle al hombre evidencias sobre su existencia.
Para el escéptico, resulta fácil intentar clasificar muchas de las actuales posesiones diabólicas como casos médicos en los que existen enfermedades mentales y desórdenes psíquicos o neurológicos (esquizofrenia, epilepsia, síndrome de Gilles de la Tourette) cuyos síntomas han sido confundidos y lo siguen siendo con posesiones demoníacas. Por ejemplo, el paciente aquejado del síndrome de La Tourette puede cambiar el tono de voz y emitir, sin venir a cuento, una ristra de insultos de forma incontrolable. Es posible que muchos casos de posesión de la antigüedad queden explicados si se admite que las víctimas podían haber estado afectadas por esta enfermedad. Más aún, la gran mayoría de los casos de posesión que han trascendido involucran a personas con trastornos mentales en las cuales el poder de la sugestión y el efecto placebo (cuando la persona se convence a sí misma de que padece algún mal sin padecerlo realmente) se encargan de hacer el resto. Este escepticismo aumenta tomando en cuenta que la misma Iglesia Católica ha reconocido muy pocos de posesión demoniaca como "casos genuinos". Sin embargo, estos casos genuinos reúnen condiciones tales que pueden dejar perplejo inclusive al escéptico más escéptico cuando entra en contacto directo con cualquiera de estos casos.
Los evangelios del Nuevo Testamento hacen mención directa a las posesiones demoniacas y a los exorcismos llevados a cabo por el Señor Jesucristo:
En el primer capítulo del Evangelio según San Marcos leemos lo siguiente acerca de Jesús y el endemoniado de Cafarnaún:
El endemoniado de Cafarnaún
21 Entraron en Cafarnaún, y cuando llegó el sábado, Jesús fue a la sinagoga y comenzó a enseñar.
22 Todos estaban asombrados de su enseñanza, porque les enseñaba como quien tiene autoridad y no como los escribas
23 Y había en la sinagoga un hombre poseído de un espíritu impuro, que comenzó a gritar:
24 “¿Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido para acabar con nosotros? Ya sé quién eres: el Santo de Dios”.
25 Pero Jesús lo increpó, diciendo: “Cállate y sal de este hombre”.
26 El espíritu impuro lo sacudió violentamente y, dando un gran alarido, salió de ese hombre.
27 Todos quedaron asombrados y se preguntaban unos a otros: “¿Qué es esto? ¡Enseña de una manera nueva, llena de autoridad; da órdenes a los espíritus impuros, y estos le obedecen!”.
28 Y su fama se extendió rápidamente por todas partes, en toda la región de Galilea.
29 Cuando salió de la sinagoga, fue con Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés.
30 La suegra de Simón estaba en cama con fiebre, y se lo dijeron de inmediato.
31 Él se acercó, la tomó de la mano y la hizo levantar. Entonces ella no tuvo más fiebre y se puso a servirlos.
32 Al atardecer, después de ponerse el sol, le llevaron a todos los enfermos y endemoniados,
33 y la ciudad entera se reunió delante de la puerta.
34 Jesús curó a muchos enfermos, que sufrían de diversos males, y expulsó a muchos demonios; pero a estos no los dejaba hablar, porque sabían quién era él.
Quizá uno de los exorcismos más impresionantes realizados por Jesucristo es el siguiente que describe el mismo San Marcos en el capítulo quinto de su Evangelio:
Jesús sana a un endemoniado
1 Llegaron a la otra orilla del mar, a la región de los gerasenos.
2 Apenas Jesús desembarcó, le salió al encuentro desde el cementerio un hombre poseído por un espíritu impuro.
3 Él habitaba en los sepulcros, y nadie podía sujetarlo, ni siquiera con cadenas.
4 Muchas veces lo habían atado con grillos y cadenas, pero él había roto las cadenas y destrozado los grillos, y nadie podía dominarlo.
5 Día y noche, vagaba entre los sepulcros y por la montaña, dando alaridos e hiriéndose con piedras.
6 Al ver de lejos a Jesús, vino corriendo a postrarse ante él,
7 gritando con fuerza: “¿Qué quieres de mí, Jesús, Hijo de Dios, el Altísimo? ¡Te conjuro por Dios, no me atormentes!”.
8 Porque Jesús le había dicho: “¡Sal de este hombre, espíritu impuro!”.
9 Después le preguntó: “¿Cuál es tu nombre?”. Él respondió: “Mi nombre es Legión, porque somos muchos”.
10 Y le rogaba con insistencia que no lo expulsara de aquella región.
11 Había allí una gran piara de cerdos que estaba paciendo en la montaña.
12 Los espíritus impuros suplicaron a Jesús: “Envíanos a los cerdos, para que entremos en ellos”.
13 Él se lo permitió. Entonces los espíritus impuros salieron de aquel hombre, entraron en los cerdos, y desde lo alto del acantilado, toda la piara –unos dos mil animales– se precipitó al mar y se ahogó.
14 Los cuidadores huyeron y difundieron la noticia en la ciudad y en los poblados. La gente fue a ver qué había sucedido.
15 Cuando llegaron a donde estaba Jesús, vieron sentado, vestido y en su sano juicio, al que había estado poseído por aquella Legión, y se llenaron de temor.
16 Los testigos del hecho les contaron lo que había sucedido con el endemoniado y con los cerdos.
17 Entonces empezaron a pedir a Jesús que se alejara de su territorio.
18 En el momento de embarcarse, el hombre que había estado endemoniado le pidió que lo dejara quedarse con él.
19 Jesús no se lo permitió, sino que le dijo: “Vete a tu casa con tu familia, y anúnciales todo lo que el Señor hizo contigo al compadecerse de ti”.
El anterior relato es relevante porque aunque una posesión demoniaca pueda ser explicada en nuestros días como un trastorno psicológico serio propio de la persona que está bajo observación, no es posible que ese trastorno psicológico “salte” hacia una piara de cerdos como pudo lograrlo Jesús. La única manera en que tal migración se pueda llevar a cabo es suponiendo que el cuerpo de la persona está siendo habitado por otros seres que puedan ser expulsados hacia afuera. En un caso así, queda descartado un trastorno mental propio de la persona como la explicación de la sanación que se llevó a cabo. Se trata de una posesión genuina y no de un trastorno mental; el trastorno mental aparente es una consecuencia de la posesión que se ha llevado a cabo. Y por lo que podemos apreciar también en el relato, el intercambio de palabras que sostiene Jesús no es con la persona que está siendo poseída, sino con los entes que la están poseyendo. Lo primero que hace Jesús es preguntarle su nombre al ente, tras lo cual empieza la batalla para echar fuera a los entes invasores. Esta serie de pasos está reproducida en el Ritual Romano utilizado por la Iglesia Católica para llevar a cabo el procedimiento del exorcismo, con la invocación continua al poder de Dios y a al poder de su hijo Jesús para llevar a cabo la expulsión. Jesús, por ser quien era, no tenía dificultad alguna para llevar a cabo la expulsión de los demonios de aquellos que estaban poseídos, pero los exorcistas de la Iglesia Católica e inclusive los mismos Apóstoles de Jesús solían y suelen encontrar esta tarea harto difícil.
Las posesiones demoníacas parecen haber sido mucho más frecuentes en los tiempos de Jesús que dos mil años después cuando hay televisiones planas de LCD, teléfonos celulares, aviones de propulsión a chorro, exploraciones espaciales y clasificación de códigos genéticos, aunque algunos exégetas interpretan esta notoria ausencia de posesiones demoniacas en la actualidad argumentando que, aprovechando la decadencia y la pérdida de valores introducida por un mundo cada vez más consumista y materialista proclive a los placeres sensuales y al relajamiento de las reglas de conducta, Satanás y sus demonios ya no tienen inclinación o necesidad de tomar posesión directa de los hombres como antes lo hacían, no sólo por el hecho de que ahora es mucho más importante que antes para ellos ocultarse o disfrazar su apariencia, sino porque están logrando sus propósitos de llevar a cabo la perdición del hombre por otras vías más sutiles y astutas, estando como ejemplo de ello la aparición de la música tipo “heavy metal” en la que abiertamente se usan alegorías a Satanas y a sus demonios, así como la aparición de sectas narcosatánicas en las que se les rinde culto y adoración. Sin necesidad de que se muestren jamás de alguna manera, lo cual debería de motivar dudas sobre la existencia de ellos, de cualquier manera los entes malignos reciben culto y adoración por seguidores suyos en el universo físico que quieren creer en su existencia. De cualquier modo, de vez en cuando ocurren en nuestros tiempos modernos casos en los cuales hay personas que parecen haber sido poseídas por entes ajenos a ellas, casos que los psicólogos y los psiquiatras en un primer análisis clasifican como manifestaciones patológicas de una personalidad múltiple, mejor conocida en la terminología médica como desorden de personalidad múltiple o trastorno de identidad disociativo:
Muchos de estos casos pueden ser tratados exitosamente por la ciencia médica, y aunque el camino del tratamiento suele ser prolongado e inclusive doloroso, en un buen número de casos la ciencia médica puede lograr una mejoría de los afectados sin necesidad de recurrir a explicaciones que tengan que ver con creencia religiosa alguna. El problema surge en ciertos casos especiales en los cuales los pacientes no sólo parecen ser resistentes a cualquier tipo de tratamiento, ya sea con hipnoterapia, medicamentos psicotrópicos o inclusive terapias de electroshock, sino que inclusive la intensidad de los desórdenes puede ir en aumento. A esto se le suman sucesos extraños que desafían a la lógica y los cuales no están cubiertos en los textos que los especialistas han elaborado para tratar a pacientes que padecen trastorno de identidad disociativo, sucesos tales como manifestaciones paranormales, ruidos extraños en torno al paciente que no podrían ser producidos de manera alguna por el paciente aunque fuese un ventrílocuo, objetos que parecen caer por sí solos o moverse de lugar, o el paciente hablando en un idioma extraño. Eventualmente, puede llegar el momento en el que estos pacientes especiales son desahuciados por la ciencia sin que médico alguno en ninguna parte del mundo pueda hacer absolutamente nada por ellos. Cuando esto ocurre, ha llegado el momento de recurrir a otro tipo de auxilio, un auxilio que la ciencia moderna por sí sola es incapaz de proporcionar, ha llegado el momento de entablar lo que será una batalla durísima con fuerzas ocultas que parecen estar fuera de toda comprensión humana.
Los exorcismos genuinos, cuando los hay, aunque no hay muchos detalles acerca de los mismos dada la enorme confidencialidad con la cual la Iglesia Católica maneja estos casos, se sabe que son una tarea extremadamente penosa e inclusive harto peligrosa que muy posiblemente no podrá ser concluída el mismo día en el que se empieza a llevar a cabo el ritual, y hay que estar preparado para una ardua labor que podría llevar mucho tiempo:
La autoridad invocada por un exorcista para llevar a cabo la expulsión de un ente maligno que se ha apoderado del cuerpo de una persona es el mismo Señor Jesucristo. En el capítulo 10 del Evangelio según San Mateo, Jesús les dá a sus doce Apóstoles el poder para expulsar demonios:
1 Jesús convocó a sus doce discípulos y les dio el poder de expulsar a los espíritus impuros y de curar cualquier enfermedad o dolencia.
5 A estos Doce, Jesús los envió con las siguientes instrucciones: “No vayan a regiones paganas, ni entren en ninguna ciudad de los samaritanos.
6 Vayan, en cambio, a las ovejas perdidas del pueblo de Israel.
7 Por el camino, proclamen que el Reino de los Cielos está cerca.
8 Curen a los enfermos, resuciten a los muertos, purifiquen a los leprosos, expulsen a los demonios. Ustedes han recibido gratuitamente, den también gratuitamente”.
Este mismo poder es mencionado en el capítulo 6 del Evangelio según San Marcos:
7 Entonces llamó a los Doce y los envió de dos en dos, dándoles poder sobre los espíritus impuros.
y también es mencionado en el capítulo 9 del Evangelio según San Lucas:
1 Convocando a los Doce, les dio autoridad y poder sobre todos los demonios, y para curar enfermedades;
2 y los envió a proclamar el Reino de Dios y a curar.
El exorcista no puede ser cualquier persona; no puede ser un laico ni puede ser una mujer, debe ser un clérigo o sacerdote de conducta intachable, un hombre de fé lo más cercano que se pueda encontrar al nivel de santidad, no cualquiera tiene el poder para realizar exorcismos. El exorcista no puede ni debe por ningún motivo tratar de llevar a cabo él solo el exorcismo, debe estar acompañado todo el tiempo por lo menos por un médico y por otro ayudante. En lo poco que se sabe y que trasciende acerca de estos casos, dada la enorme fuerza física que pueden manifestar los poseídos, una fuerza física muy por encima de la que se pudiera esperar de un individuo común y corriente, podría ser necesaria la presencia de cinco, seis o hasta más personas para mantener sometido al poseído mientras el proceso de expulsión es llevado a cabo. Por si esto fuera poco, al igual que como ocurre con psicópatas que padecen trastornos mentales profundos y que tienen que ser restringidos con camisa de fuerza, en el exorcismo de los poseídos existe también un riesgo de muerte en caso de que el poseído ataque directamente al exorcista o a sus ayudantes usando a su favor una fuerza física que puede parecer sobrenatural. Presuntamente, quienes han colaborado en el exorcismo real de un poseído desde el principio hasta el final quedan marcados para siempre por la experiencia y ya no vuelven a ser los mismos. Por otro lado, la escasa frecuencia con la cual parecen ocurrir los casos genuinos de posesión (confirmados como tales no sólo mediante el auxilio de la ciencia médica que ha agotado todas las explicaciones científicas posibles para el comportamiento del poseído sino además por las circunstancias que rodean las manifestaciones de la posesión) vuelve extremadamente difícil que un exorcista pueda ir acumulando experiencia a lo largo de muchos casos. En pocas palabras, se puede presumir que no hay expertos en la materia.
Aunque la creencia popular atribuya al mismo Satanás el estar presente dentro del cuerpo de un poseído, por lo que hemos visto en secciones anteriores Satanás no tiene necesidad de ocuparse personalmente de habitar el cuerpo de un individuo poco conocido que tal vez ni siquiera es importante para sus planes a largo plazo. Satanás como General de las huestes infernales ciertamente tiene asuntos más importantes qué atender. Para esta faena cuenta con la ayuda de cualquiera de los demonios que arrastró consigo en su caída.
Al dar inicio un ritual de exorcismo, una de las primeras cosas que lleva a cabo el exorcista es preguntarle al poseído (o mejor dicho, al espíritu o los espíritus que están habitando el cuerpo del poseído) que se identifiquen ante el exorcista, esto siguiendo el ejemplo dado por el mismo Señor Jesucristo en las descripciones dadas por las Escrituras. Tras esto comienza la lucha, empieza el procedimiento de expulsión invocando la ayuda del Altísimo y haciendo uso frecuente de agua bendita y de oraciones propias a dicho ritual. El ente invasor intentará contraatacar no solo dando información falsa urdiendo mentira tras mentira entre blasfemias e injurias, sino inclusive se podrá esconder por algún tiempo dejando temporalmente al poseído, dando la falsa impresión de una victoria, sólo para regresar después con mayor fuerza que antes. Todo esto requiere la firme convicción y reconocimiento de que, ultimadamente, no son los operadores humanos los que logran la expulsión sino la Divina Providencia cuya ayuda está siendo invocada. Todo el crédito y todo el mérito en cualquier expulsión exitosa son de la Providencia, y de nadie más. Con todas las dificultades que los engaños de supuestas expulsiones que en realidad no han ocurrido implican, de cualquier modo hay algunas señales de que el procedimiento de expulsión ha sido exitoso cuando verdaderamente ha sido exitoso, de que se ha logrado un triunfo sobre las fuerzas del Mal. La primera señal es que el poseído parece recuperar una personalidad completamente normal, volviendo a ser lo que era antes de su posesión, logrando una sanación que la ciencia médica contemporánea con todos sus recursos no le pudo dar. Otra señal importante es que la persona liberada no recuerda absolutamente nada de lo que sucedió, su mente queda completamente en blanco sobre lo que sucedió durante las manifestaciones de la posesión. Esto último es el mecanismo defensivo natural de la mente para proteger a las personas de poder recordar y experimentar nuevamente las memorias de un trauma que alguna vez les causó mucho dolor y sufrimiento (esto en la terminología de la psicología contemporánea equivale a traspasar tales experiencias de nuestra mente consciente a nuestra mente subconsciente, y aunque en principio es posible recuperar tales memorias por la vía de la hipnoterapia con la ayuda de un psicoanalista experto, tal posibilidad es una muy mala idea por los riesgos que ello implica; máxime que no hay razón para ello cuando el enfermo ya ha sido sanado del mal que lo aquejaba).
Las posesiones demoniacas, un tema de amplia popularidad en los tiempos de la Edad Media, de las cuales muchos se habían olvidado ya desde principios del siglo XX a la luz de los avances científicos y tecnológicos logrados por el hombre, fueron popularizadas nuevamente con el libro El exorcista de William P. Blatty, motivo de una película que logró asustar a mucha gente en su momento gracias a efectos cinematográficos especiales tales como las escenas en que la joven poseída da un escalofriante giro de 360 grados de su cabeza mientras el tronco permanece fijo, o cuando su cuerpo levita junto con la cama en la que está acostada. Aunque este libro es una obra de ficción, no es muy conocido el hecho de que William P. Blatty se inspiró en un caso de la vida real, un caso publicado originalmente en un artículo el 10 de agosto de 1949 por el periódico The Washington Post bajo el título “Pastor Tells Eerie Tale of 'Haunted' Boy”, escrito por el periodista Bill Brinkley, el caso de un joven de 13 años conocido como “el caso del poseído de Mount Rainier” (Mount Rainier es un poblado situado en los Estados Unidos en el estado de Maryland).
Este caso fue conocido por vez primera cuando un Ministro religioso no mencionado de nombre en aquél entonces (posteriormente se sabría, por la publicación en agosto de 1949 del número 14 de The Parapsychology Bulletin, que se trataba del Pastor Luterano Miles Schulze) dió una conferencia en una reunión de la Sociedad de Parapsicología en la librería Mount Pleasant en Washington, D.C. De acuerdo con lo relatado por el Ministro, una familia había experimentado varios sucesos extraños en su casa en Maryland empezando el 18 de enero de 1949, lo cual incluía ruidos extraños de araños salidos de las paredes, la cama en la cual dormía el joven se agitaba violentamente, y objetos tales como frutas o fotografías enmarcadas saltando hacia el suelo ante la presencia del joven. El Ministro, descrito como intensamente escéptico al principio, hizo arreglos para que el joven se quedara la noche del 17 de febrero en su casa (la del Ministro). Mientras el joven dormía en una cama gemela, el Ministro se percató de que en la obscuridad se escuchaban sonidos vibrantes provenientes de la cama así como sonidos de arañazos en la pared. A lo largo de la noche, el Ministro describió cómo vió otros sucesos extraños. Un sillón pesado en el cual estaba sentado el joven aparentemente se inclinó por sí solo terminando por caerse, y una pila de cobertores sobre la cual dormía el joven se movía inexplicablemente de un lado a otro dentro del cuarto. Curiosamente, el artículo describió al Ministro riéndose al relatar estos incidentes a su auditorio. Él amonestó al muchacho diciéndole “Mira, ya basta de esto...” El artículo terminó diciendo que el Ministro llamó al médico familiar quien a su vez terminó prescribiendo fenobarbital para toda la familia.
Investigaciones posteriores han revelado que el Pastor Luterano Miles Schulze quien por vez primera dió a conocer este caso de posesión que atrajo la atención de la prensa norteamericana nació un 30 de julio de 1906, y que cuando ocurrieron los hechos era el Ministro de la iglesia St. Stephen’s Evangelical Lutheran Church localizada en el domicilio 1611 Brentwood Road NE, en Washington, D.C.
Tras la publicación de esta historia en el Washington Post, el periódico The Evening Star (también de Washington D.C.) le dió un seguimiento a la noticia con un artículo publicado la tarde de ese mismo 10 de agosto de 1949 bajo el título “Minister Tells Parapsychologists Noisy ‘Ghost’ Plagued Family”. El relato dado por The Evening Star difirió del artículo publicado en el Washington Post en que la familia fue referida como “Mr. and Mrs. John Doe” (John Doe es un nombre genérico usado para designar a cualquier persona cuya identidad se desea resguardar como confidencial) y el joven hijo de la pareja fue referido como "Roland". También describe la casa que habitaban como "una casa de piso y medio en un suburbio de Washington" y se refiere a los eventos como “la extraña historia de Roland y su Poltergista”. El artículo habla de la plática dada por el Ministro ante la Sociedad de Parapsicología, y recopila sus experiencias con el joven. El Ministro le dijo al reportero que Roland había hecho dos viajes a una clínica de higiene mental y que durante un viaje previo al Medio Oeste el joven había sido sometido a tres ritos diferentes de exorcismo por tres cultos diferenes, Episcopal, Luterano y Católico. El artículo citó a Richard C. Darnell, presidente de la Sociedad de Parapsicología, diciendo que el prestigiado Doctor Joseph Banks Rhine, director del Laboratorio de Parapsicología de la Universidad de Duke, llamó el “embrujamiento” como “la manifestación más impresionante que he escuchado en el campo del poltergismo”. El artículo terminó diciendo que las cosas habían estado tranquilas en la casa del joven en los últimos dos meses.
Posteriormente, el 19 de agosto de 1949, The Evening Star publicó el artículo “Priest Freed Boy of Possession By Devil, Church Sources Say” (Sacerdote Liberó a Muchacho de Posesión del Demonio, Afirman Fuentes de la Iglesia). Esta noticia es trascendental porque es el primer relato impreso en proporcionar detalles al público de cualquier tipo de exorcismo, y el artículo comienza diciendo: “Un sacerdote católico liberó exitosamente a un joven de 14 años de Mount Rainier, Maryland, de una posesión del demonio reportada aquí anteriormente este año, según se informó el día de hoy”. Aunque los nombres permanecen resguardados bajo una confidencialidad total, se reveló que el ritual de exorcismo fue administrado después de que la aflicción del muchacho había sido estudiada en el afamado Georgetown University Hospital y en la St. Louis University. El artículo posteriormente describe el ritual del exorcismo que se llevó a cabo, pero no ofrece otros detalles significativos. Al día siguiente, este mismo periódico publicó un seguimiento titulado “Nuevos Detalles Dados a Conocer en el Exorcismo en el Ritual Católico de un Joven”, aunque en realidad no se dieron a conocer muchos detalles nuevos. Sin embargo, la nota citó a fuentes eclesiásticas diciendo que durante el ritual de exorcismo el joven pronunción un torrente de maldiciones y blasfemias, entrelazadas con frases en Latín. El artículo concluye con un resumende los eventos publicados previamente en relación con la plática dada por el Ministro durante esa reunión de la Sociedad de Parapsicología.
Al día siguiente de publicada esta noticia, el Washington Post publicó el 20 de agosto de 1949 otra nota, también del reportero Bill Brinkley, titulada “Priest Frees Mt. Rainier Boy Reported Held in Devil’s Grip.” Con mucho mayor detalle que los relatos previos, Brinkley hace un repaso de los sucesos por los que atravesó la familia, y revela que sólo hasta después de haberse llevado a cabo veinte o treinta rituales de exorcismo fue posible echar fuera del joven al demonio que lo poseía. También menciona que durante cada rito el joven se convulsionaba en arrebatos de ira gritando, maldiciendo, blasfemando, y pronunciando frases en Latín. El exorcismo, que de acuerdo con el reportero Brinkley fue llevado a cabo por un sacerdote de St. Louis en sus años cincuenta que estuvo acompañando al joven a lo largo de dos meses, fue empezado en St. Louis, continuado en Washington D.C., y fue concluído de vuelta en St. Louis. El artículo reporta que cuando se llevó a cabo la última sesión de exorcismo, el joven se quedó tranquilo y posteriormente reportó una visión del Arcángel Miguel echando fuera al demonio. El ritual se llevó a cabo únicamente cuando el joven fue ingresado dentro de la iglesia. Es precisamente este artículo periodístico el que inspiró a un joven de veinte años estudiante de Georgetown University llamado William P. Blatty a escribir su novela sobre una posesión demoníaca. Hoy se sabe que el sacerdote que llevó a cabo el exorcismo del joven poseído fue el sacerdote Jesuita William S. Bowdern junto con su ayudante el también sacerdote Jesuita Walter Halloran. Hoy se sabe también que la posesión con la cual cayó víctima este joven de 13 años se debió a que el joven motivado por su curiosidad hacia lo desconocido empezó a experimentar con una tabla Ouija (puesto que para establecer una comunicación con un ente del “más allá” a través del desplazamiento sobre la tabla Ouija de la plantilla indicadora es necesario que el que tiene puestas sus manos sobre la plantilla se relaje con la intención de permitir que alguien “del otro lado” tome control parcial sobre sus manos para “mover” con sus manos la plantilla hacia cada letra, al dar su autorización para que un ente “del otro lado” tome control parcial de una parte de su cuerpo sin saberlo está abriendo un flanco para que esta posesión parcial pueda convertirse en una posesión total. Afortunadamente no todos los que usan tablas Ouija como pasatiempo terminan cayendo víctimas de una posesión demoniaca, aunque el problema es que nadie sabe realmente quién entre miles pueda estar propenso a terminar siendo poseído de cuerpo completo por andar jugando a lo desconocido con estas tablas, razón por la cual su empleo está prohibido por la Iglesia Católica bajo la advertencia de que todo aquél que quiera jugar con este tipo de cosas lo estará haciendo por su propia cuenta y riesgo).
Si fueron necesarias veinte o treinta sesiones del ritual de exorcismo católico para poder llevar a cabo la expulsión del ente que estaba poseyendo el cuerpo del joven de Mount Rainier, esto es indicativo de que la expulsión de un ente dista mucho de ser algo fácil y rutinario, y de hecho puede ser algo que se lleve meses o inclusive años. Al llevarse a cabo un ritual de exorcismo, queda la impresión entre quienes presencian tal evento de que se está llevando a cabo una lucha titánica no sólo en este plano (nuestro universo físico) sino en un plano superior, una batalla en la cual los principales actores de esta batalla en la tierra son también los participantes de un duro combate que se ha estado llevando a cabo desde tiempos inmemoriales. Aunque la existencia de Satanás y sus demonios pueda ser simple mitología para muchos, esta existencia es completamente real tanto para los familiares de un poseído como para los ministros religiosos que llevan a cabo la expulsión. Y aunque los detalles de cada exorcismo genuino que se lleva a cabo son mantenidos en forma estrictamente confidencial por la Iglesia Católica, como si fuesen un secreto de confesión, quedan pocas dudas de que este tipo de experiencias dejan marcados de por vida tanto a los familiares del poseído como al exorcista y sus ayudantes.
Un caso célebre de un ritual de exorcismo a la vista plena del público que tuvo como testigos a 40 mil peregrinos ocurrió en el mismo Vaticano, en presencia de nadie menos que el mismo Juan Pablo II en una de sus audiencias públicas. Esto ocurrió el 6 de septiembre del año 2000, cuando una joven italiana de 19 años con un historial previo de posesiones desde que tenía los 12 años de edad empezó a convulsionarse en un trance violento frente al Santo Padre. Juan Pablo II llevó a cabo personalmente en el acto los auxilios propios al exorcismo, mientras que la joven que manifestaba una fuerza sobrehumana era restringida por varios guardias del Vaticano.
En esa ocasión, el Pontífice de Roma no logró expulsar al ente que poseía el cuerpo de la joven: Se repetirá esto último por su enorme relevancia: el Pontífice de Roma no pudo expulsar en aquella ocasión al ente que poseía al cuerpo de la joven. Y no se trata de cualquier Pontífice. Se trata de un Papa que está en proceso de ser canonizado como un Santo de la Iglesia Católica por sus obras y sus actos (Nota posterior: Juan Pablo II ya es considerado como un santo por la Iglesia Católica, y es llamado San Juan Pablo II). Un ente que está invadiendo un cuerpo físico de alguien y que se resiste exitosamente a abandonar dicho cuerpo inclusive ante la autoridad de alguien como el Papa Juan Pablo II, el mismo Vicario de Cristo, el mismo Pontífice de Roma sucesor de San Pedro, debe ser un ente espiritual extremadamente difícil de expulsar, y ciertamente imposible de echar hacia afuera por una persona que quiera hacerlo sola abandonada a sus recursos propios, la cual cuando se está llevando a cabo la posesión ni siquiera parece tener la más remota idea de lo que está sucediendo dentro de su cuerpo, como si hubiese caído en un estado comatoso de inconsciencia. A esta intimidante tarea es a la que se tiene que enfrentar un exorcista. Y es una tarea que tiene que llevarse a cabo, porque nadie quiere ni siquiera imaginar en las consecuencias que pueda haber en el más allá para dicha persona si termina muriendo con ese ente maligno adentro de ella. Pero es una tarea en la cual si no se toman las precauciones necesarias, el mismo exorcista o cualquiera de sus ayudantes puede terminar perdiendo su propia vida, como lo sugiere William P. Blatty al final de su novela El Exorcista.
El ritual de exorcismo llevado a cabo por Juan Pablo II sobre la joven italiana no fue el primero que realizó como Papa. Anteriormente, en 1982, llevó a cabo un exorcismo con mejores resultados sobre una mujer identificada únicamente con el nombre de Francesca F., convirtiéndose así Juan Pablo II en el primer Papa en 385 años en enfrentarse al demonio, un exorcismo que fue llevado a cabo en las mismas habitaciones pontificias.
Aunque una concepción común (y equivocada) es que las posesiones demoniacas así como los ritos de exorcismo son una creencia propia del Cristianismo, en otras religiones también se dan este tipo de casos de personas cuya personalidad normal sufre una alteración brusca y al entrar en un estado de histeria incontrolable empiezan a manifestar los signos de otra personalidad totalmente diferente a la suya, acompañado todo esto por manifestaciones extrañas similares a las descritas en los casos manejados por la Iglesia Católica, tales como el hablar con una voz diferente, mostrar una fuerza física extraordinaria, así como efectos telequinéticos tanto en objetos cercanos como distantes. En el Islam, estos padecimientos son atribuídos a los Djinn (o Jinn), siendo este el término utilizado por los islamistas para denotar a los demonios que toman el control del cuerpo de alguna persona con el fin de desestabilizar a la víctima destruyéndole su vida y todo lo bueno que hay en ella. El líder de los Djinn es Ibliss, el mismo Satanás del Cristianismo. Y en el Islam, al igual que en el Cristianismo, también hay ritos de exorcismo que invocan la ayuda de Alá (Dios). Y al igual que en los exorcismos llevados a cabo por la Iglesia Católica, la dura tarea de llevar a cabo la expulsión puede resultar frustrante, con muchas falsas victorias y muchas derrotas acumuladas en el camino antes de que se pueda lograr el objetivo, si es que se llega a lograr.
De cualquier modo, aunque Satanás cuente con legiones enteras de ángeles-demonios a su servicio, los casos verdaderamente genuinos de posesiones demoniacas seguirán siendo una rareza en vez de ser algo más común como parecía serlo en los tiempos de Jesús. Obviamente, Satanás no quiere darle al hombre pruebas de su existencia, mucho menos al hombre moderno que cuenta con una cantidad mucho mayor de recursos científicos y tecnológicos que los que poseían sus antepasados hace dos milenios, sobre todo si tiene otras armas igualmente terribles y poderosas con las cuales puede atacar sin misericordia alguna por la vía de la persuasión, conduciendo a muchos a su perdición. Por todo lo anterior no en vano entre los estudiosos de las Sagradas Escrituras es frecuente escuchar que el mayor triunfo de Satanás ha sido convencer al hombre moderno de que no existe, con lo cual puede atacar con mayor dureza a un ser mucho más indefenso a causa de su ignorancia sin dejar huella ni rastro. Pero sobre todo, porque cuando Satanás deja pruebas de su existencia por endebles que sean, en cierto modo se intuye también la existencia de Dios.