jueves, 24 de julio de 2008

18: ¡Satanás no existe! ¡Y lo susurra Satanás!

En la entrada anterior se expusieron los puntos de vista de una de las fundadoras de la secta cristiana Adventistas del Séptimo Día sobre cómo se llevó a cabo desde un principio el conflicto entre un ángel rebelde y poderoso que lo quería todo para sí en contra de la voluntad de Dios Padre que tenía contemplado dar el cuidado del Paraíso celestial por él creado a su Hijo Unigénito (Jesús). Son desde luego intuiciones y opiniones imposibles de confirmar al no haber estado presente ningún humano en la dimensión espiritual en donde ocurrieron tales hechos. En esta entrada veremos otro comentario no tanto sobre el origen de Satanás sino el propósito actual de su obra, la intención primordial que lo mueve, todo ello expresado por un sacerdote católico de nombre Hesiquio Trevizo, en un artículo de su autoría titulado “Bajo el sol de Satán”, el cual versa sobre una obra francesa del mismo nombre titulada Sous le soleil de Satan escrita y publicada en 1926 por Sous le soleil de Satan, 1926

El trabajo que será reproducido aquí menciona a Georges Bernanos, un filósofo espiritualista que asentó su convicción de que el mayor triunfo de Satanás sobre el hombre ha sido convencer al hombre moderno de que Satanás no existe, una mentira considerada como su mayor mentira, lo cual facilita enormemente las persuasiones hacia el Mal infundidas por Satanás y sus ángeles en los oídos de hombres que por no creer en la existencia real de un ser maligno que los está acechando en todo momento los puede tomar desprevenidos cuando quiera sin que sus víctimas tengan la menor idea de dónde llega el golpe colosal y demoledor. El golpe más duro se recibe de un enemigo al que no solo no se le ve ni se le puede tocar con los sentidos físicos, sino del cual inclusive se niega su existencia y se le considera como una fantasía sin fundamento

Bajo el sol de Satán
Prbro. Hesiquio Trevizo
El Diario de Juárez
Domingo 05 Marzo 2017


G. Bernanos pinta en esa novela, -genial como todo lo suyo -, la naturaleza de la tentación, o, mejor dicho, su finalidad última. Un sacerdote que tiene su sede en plena campiña francesa se encuentra en un momento de su vida en el que está perdiendo las fuerzas a consecuencia del dolor y el pecado de sus semejantes. Comienza a dudar de su vocación. Después de todo, ¿qué hemos logrado? ¿Qué hemos cambiado? Un día, yendo de camino a un pueblo lejano, se le acerca un desconocido que le pregunta si puede acompañarle en su recorrido, ya que es de noche. En realidad, el desconocido es Satán, Príncipe de las Tinieblas, que le hace saber que le pondrá tentaciones (pruebas) que harán que al final sea suyo, que acabará perteneciéndole; que sembrará la duda, muchas dudas en su alma. Satán es el maestro de la duda metódica y constante. Duda sobre Dios y todo lo que de él se dice.El sacerdote tendrá una de las pruebas en el asesinato que comete una joven de 16 años. Ha dado muerte a un hombre rico del que era su amante.?

Se genera esa atmósfera enrarecida donde las certezas se desperfilan y acaban derrumbándose. Es el mal hiriente y la aparente ineficacia de su mensaje lo que amenaza, y puede derrumbar, la fe del sacerdote. No se trata de llevarlo a tal o cual pecado, no; se trata de generar la desconfianza, la duda, el derrotismo; son la fe y la confianza en Dios lo que el Tentador busca aniquilar. Es el gran especialista en orquestar todos los debates y propone una idea racionalista de Dios, un Dios que, si no cabe en nuestros razonamientos, no existe. El Dios de los filósofos. Ante este Dios, el de los filósofos, Voltaire se rebelaba: «únicamente la revelación puede desanudar ese gran nudo que han anudado los filósofos». El mal es una obscuridad irreductible a la luz del espíritu humano; este no es el mejor de los mundos posibles; demasiada maldad, demasiado dolor, mucho sufrimiento. No te propongo que no creas en Dios, sino que busques caminos alternos; los hay mejores, dice el Tentador.

El único objetivo del Tendador es quebrar confianza en Dios. Hay mejores alternativas, sugiere, existe la ‘verdad alternativa’, los ‘hechos alternativos’, la verdad ‘postfactual’; existen mejores hipótesis en todo caso: técnica y política, economía, ciberespacio y “la opinión pública”, el armamentismo en gran escala, la guerra, el mercado, también de las drogas, de la armas, de la verdad. También tenemos un escaparate con religiones para todos los gustos. Nos convence, -¿o nos impone?-, que no es necesario referirnos, ya, al padre ni a la madre; después de todo, Dios, en cualquier caso, no es un buen ejemplo de padre. Es conveniente, pues, comenzar a olvidar a los padres. Al fin y al cabo se convertirán en un estorbo, en algo «descartable». Oficialmente no debo mencionar a mis o padres. Como ves, Dios se ha equivocado en todo. ¿Hay razón para seguir creyendo?.

El fondo demoniaco de toda tentación es la desconfianza en el proyecto de Dios, en su providencia, en su sabiduría, en su amor. Los artistas suelen captar con especial agudeza los detalles que escapan a los especialistas bíblicos; así en la película de Mel Gibson, “La Pasión”, uno de los episodios más seductores e impresionantes, con el que abre la película, es precisamente la tentación. La escena es simple y sencillamente terrible, porque es sutil, seductora y ataca en el punto exacto donde puede doblarse la voluntad. Y se resume en esto: si tu padre fuera eso, un padre, no permitiría que te sucedería esto, dice el Tentador, mientras acaricia tiernamente a un hombrecillo deforme como diciendo: Yo acaricio y mimo a este engendro, ¿por qué tu padre te entrega a un destino tan atroz? Además, ¿podrás, tú, cargar con el pecado del mundo? Es mucho, es enorme. ¿No será, de tu parte, un acto de soberbia? Luego, cuando Jesús va cargando, ya, la cruz, con el pecado del mundo a cuestas, entre la multitud aparece, de nuevo, el Tentador, ese ser andrógino, bello, seductor, llevando amorosamente en sus brazos al pequeño hombre deforme. “Todavía es tiempo; no te fíes de tu padre; mira hasta dónde te ha llevado”. Y se siente la carcajada burlona, irónica. Es la sutileza con la que el diablo nos presenta la duda, la desconfianza, la sospecha.

Satanás empieza haciendo que se tome conciencia de la anormalidad de la situación, ¿y por qué no comer de ese fruto? ¿Por qué una prohibición de esa naturaleza? Después de todo, ¿quién es Dios para prohibir? ¿Qué es eso de honra a tu padre y a tu madre, si son prescindibles? Es la tentación primordial y permanente: el hombre que quiere ser Dios, conocedor del bien y del mal, dictar sus propias normas, excluir a Dios, decretar su autonomía completa respecto a Dios. Este es el fondo demoniaco de la tentación. No puede haber tema más actual.

Jesús se enfrentó a la tentación. Con este episodio comienza la cuaresma. Por ello, la cuaresma tiene el carácter de un combate. Wolfgang Trilling comenta de la siguiente manera el episodio de las tentaciones: “Hay algo así como un antidios, un ser maligno, que quiere servirse de todos los recursos para combatir contra Dios. En el N.T. y especialmente aquí, en este pasaje, todo esto se ilumina con el fulgor del relámpago. En el primer instante en que debe hacerse la obra de Dios, ahí está también el antagonista. En cuanto se levanta el telón de un escenario aparecen en él, frente a frente, Dios y Satán, sin fingimiento y con dureza. Se nota cuánto pesa la palabra tentación. No es una de nuestras cotidianas tentaciones, sino que es una tentación grande y única: desde Dios a Satán. Es la tentación a la caída a la muerte, a la nada”.

“Si ha habido sobre la tierra un verdadero y extraordinario milagro, fue aquél día, el día de las tres tentaciones. En aquellas tres propuestas que te dirigió el potente Espíritu inteligente, está como condensada y profetizada la entera historia de la humanidad, y en ellas están puestas las tres ideas en las que confluirán, después, todas las irreconciliables contradicciones de la naturaleza humana en el mundo entero. ¡Esta incorregible raza humana!”. (Dostoioveski).

«¡Su risa! Esa es el arma del Príncipe de este mundo. Se oculta lo mismo que miente, adopta todos los aspectos, incluso el nuestro. Nunca espera, no se queda quieto en ningún sitio. Está en la mirada que lo desafía, está en la boca que lo niega. Está en la angustia mística, está en la seguridad y en la serenidad del necio... (Bernanos. Bajo el sol de Satán).

Grave error sería, sin embargo, creer que la libertad humana queda anulada. ¡Terrible misterio! Lea bajo esta perspectiva estas cabezas de noticias: 1) Once cuerpos masacrados aparecen en una camioneta en Boca de Río; 2) Exhiben régimen de terror en Veracruz. Veracruz enfrenta las devastadores verdades de más de una década de violencia y corrupción a gran escala, informa Crisis Group; 3) Luego de cada erupción verbal de Trump, Wall Street impone nuevo récord de ganancias; 4) En febrero pasado, igualamos el número de muertes de febrero del 2011. El péndulo viene de regreso; 5) La mayor cementera del mundo, dispuesta a participar en la construcción del muro de Trump. La francosuiza LafargeHolcim vislumbra grandes oportunidades en el mercado estadounidense gracias al multimillonario plan de inversión en infraestructuras. Pero también hay para el buen humor. El IMSS está listo y ha comenzado a inscribir a todos los posibles deportados.

Si se acepta como cierta la creencia de que Satanás nunca ha existido, se vuelve entonces mucho más fácil convencer a un titubeante de que Dios tampoco existe. Por el contrario, aquellos como los exorcistas que han tenido oportunidad de presenciar los fenómenos paranormales que se dan cuando Satanás y sus ángeles dejan huella visible de su existencia tienen con ello una prueba sólida de la existencia de Dios, porque si existe el Satanás del cual hablan las Escrituras entonces también debe existir Dios que le impide a Satanás poder desplegar su poder total sin freno alguno. El creyente sincero está convencido de que lo único que se interpone entre él y Satanás es la mano de Dios, y que si Dios retira su intercesión entonces el desdichado estaría a merced del peor enemigo del hombre. Y de hecho, en la mayoría de las creencias y enseñanzas sobre el Infierno, lo que lo hace intolerable es que al no haber nada allí que se interponga entre Satanás y un pobre infeliz entonces el alma perdida está a merced de cualquier cosa que Satanás quiera hacerle por el resto de la Eternidad, y aquí cabe repetir que de acuerdo a las Escrituras Satanás siempre ha detestado al hombre.

Así pues, reconocer que Satanás realmente existe y no se trata de una mera simbolización que han dado los hombres a todo lo que marcha mal en este mundo es la primera línea de defensa que cualquier creyente puede tener para enfrentar las acometidas que lo inclinan hacia la pérdida total de su fe y la autojustificación de hacer lo que le parezca mejor. Cuando en algún lado de las Escrituras se lee algo como lo que Pablo dice a Timoteo: “Este mandamiento, hijo Timoteo, te encargo, para que conforme a las profecías que se hicieron antes en cuanto a ti, milites por ellas la buena milicia, manteniendo la fe y buena conciencia, desechando la cual naufragaron en cuanto a la fe algunos, de los cuales son Himeneo y Alejandro, a quienes entregué a Satanás para que aprendan a no blasfemar” (1 Timoteo 1:18-20), en realidad no se trata de que Dios entregue directamente a ningún humano en las manos de Satanás. Todo lo que tiene que hacer Dios es dejar de interponerse entre el humano ofensor de las leyes divinas y Satanás, y habido el hecho de que lo único que impide a Satanás hacer de las suyas con cualquier humano apoderándose de él es el hecho de que Dios se interpone poniendo límites al poder satánico, basta con que Dios no se interponga para que cualquier humano pueda quedar a la merced total del ángel rebelde, en una situación mucho más comprometedora al habitar un mundo terrenal en el que Satanás gobierna al hombre mediante la persuasión y la insidia.

Y aún en un caso como el de Himeneo y Alejandro, la finalidad para la que Pablo en nombre de Dios entregó a aquellos creyentes a Satanás; los exégetas aclaran que ésto ocurrió para que Satanás les destruyese físicamente y les humillase profundamente, pero esto siempre a la vista de su bien, es decir, a la vista de su arrepentimiento, y de hecho Pablo dice que él había entregado a Himeneo y Alejandro a Satanás para que aprendiesen a no blasfemar; (aunque suena extraño y poco probable que creyentes hubiesen empezado a blasfemar el santo nombre de Dios de hecho esto es lo que sucedió en este caso). Pero Pablo con autoridad divina les humilló entregandoles a Satanás con la esperanza de que aquel severo malestar físico les habría llevado a escapar del lazo del diablo y arrepentirse de sus pecados, y dejar de proferir blasfemias.

Como un ejemplo de alguien que terminó convencido de que Satanás no existe tenemos a nadie menos que un sacerdote jesuita, el sacerdote Salvador Freixedo (hoy ex sacerdote), lo cual refrendó en su libro El diabólico inconsciente atribuyendo el origen de todo el mal en el mundo no a un ser extraordinariamente inteligente y astuto conocido como Satanás que se rebeló contra Dios, sino a los procesos mentales que marcan lo que es considerado por los psicólogos y los psiquiatras como el subconsciente del hombre, o sea que el mal vendría siendo algo interno al hombre sin tener nada que ver con un ser maligno cuyo meta final es la destrucción y condenación total de la humanidad. Una vez convencido de que Satanás no existe, Salvador Freixedo terminó escribiendo otros libros como El Cristianismo: un mito más (1986), Teovinología (2012), e Interpelación a Jesús de Nazareth (1989). Y terminó desde luego renegando de Cristo Jesús, que era realmente lo que debe suponerse que quería Satanás desde un principio. La lección a ser aprendida aquí es: si un sacerdote culto perteneciente a la clase más intelectual de la Iglesia Católica, la Compañía de Jesús (el Papa Francisco es el primer Papa emanado de la Compañía de Jesús) terminó de este modo, ¿qué tan seguro puede estar cualquier otro de poder resistir todos los susurros e insinuaciones que cree salidas de su propia mente y evitar terminar como Salvador Freixedo? Esto nos puede dar una idea de la magnitud del asalto y de la terrible lucha que seguramente se ha estado llevando a cabo y se sigue llevando a cabo a nuestras espaldas en donde el premio final de la victoria es el destino de la misma raza humana.